miércoles, 26 de agosto de 2009

¿DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES?

¿ Cómo entender la omnipresencia de Dios? ¿Qué significa que el mal sea ausencia de Dios?

¿Cómo es que está Dios en todas partes? ¿Significa que cada uno de nosotros está "dentro" de Dios? Y si Dios está en todas partes, ¿cómo es que en el mal hay ausencia de Dios?

Ciertamente, cada uno de nosotros no es físicamente una parte de Dios, por cuanto Dios no es divisible (o no sería Dios pues goza del atributo de la unidad, ni tampoco somos Dios sino creaturas suyas imperfectas pero libres). Si yo pateo una piedra, claramente no estoy pateando a Dios ni a un fragmento de El. Existimos dentro de la creación, obra de Dios, sin que seamos partes de El, pues su infinitud no se mide físicamente; pensar a Dios en términos de medidas humanas es querer someterlo a nuestro entendimiento. Pero ocurre que Dios sí está en todas partes, aunque en un sentido distinto. Para empezar Dios está en todas partes como presencia de conocimiento. Dijo Jesús:

"No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz." (Lc 8, 17)

Y agrega en otra parte:

"Por el contrario, todo lo que hayan dicho en la oscuridad será oído a la luz del día, y lo que hayan dicho al oído en las habitaciones será proclamado desde las azoteas." (Lc 12, 3)

Significa que Dios ve todo. Ello se resume en el siguiente versículo:

"Y me dije a mí mismo: "Ante él están las obras de cada uno, y nada escapa a su mirada." (Sir 39, 19)

Dice el salmista:

"¿A dónde iré lejos de tu espíritu, a dónde huiré lejos de tu rostro? Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás. Si le pido las alas a la aurora para irme a la otra orilla del mar, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha. Sí digo entonces: "¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!" Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día." (Sal 139, 7-12)

Pero nosotros no estamos aparte de nuestro Creador, en algún espacio diferente. No es que Dios "esté allá" y "nosotros acá", así no seamos partes físicas de Dios, sino que Dios actúa en nosotros. Así, de otra forma, Dios está en todas partes. Como dice la Biblia:

"Dispuso armoniosamente las obras maestras de su sabiduría, tales como han sido siempre y lo serán; no ha recurrido a ningún consejero; nada podría añadírseles o quitárseles. ¡Qué hermosas son todas sus obras¡; qué encanto contemplar hasta la más pequeña chispa! Todo eso vive y dura para siempre, todo obedece en todo momento. Todas las cosas van de a par, una enfrentando a la otra; el Señor no ha hecho nada imperfecto. Una destaca a la otra: ¿quién se cansará de contemplar su gloria?" (Sir 42, 21-25)

En ese sentido, Dios sí está en nosotros, pero como fuerza que nos mueve hacia El. Y así mismo Dios se comunica con toda la creación en cuanto perfección reconocible. Dios está en todas las cosas en cuenta ellas son efectos de su voluntad, como el quemarse es efecto del fuego (como diría Santo Tomás). Por eso a Dios se le llama "…el Señor de todas las cosas…" (Est 13, 11).

"Todo lo que se puede conocer de Dios lo tienen ante sus ojos, pues Dios se lo manifestó. Lo que Él es y que no podemos ver ha pasado a ser visible gracias a la creación del universo, y por sus obras captamos algo de su eternidad, de su poder y de su divinidad." (Rm 1, 19-20)

En el caso de nosotros, hechos a imagen y semejanza del Altísimo (Ex 1, 26), hay además un movimiento hacia Dios, como explica Pablo:

"En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: "Somos también del linaje de Dios." (Hc 17, 28)

Y agrega Pablo:

"Pues Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar para agradarle." (Fil 2, 13)

Pero lo anterior no elimina la libertad de los seres que tienen voluntad, y cada cual es dueño de su destino. "Delante de los hombres están la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que ha elegido." (Sir 15, 17) La muerte está en rechazar las fuerzas que Dios ha puesto en nosotros:

"Y Dios es el que nos da fuerza, a nosotros y a ustedes, para Cristo; él nos ha ungido y nos ha marcado con su propio sello al depositar en nosotros los primeros dones del Espíritu." (2 Co 1, 21-22)

Justamente, en el caso de los demonios, aunque su naturaleza proviene de Dios, su perdición tiene origen en su libre y errada elección. Los demonios, por causa de su absoluta maldad, han arrancado de su ser todo vestigio de la fuerza de Dios que nos mueve al bien, de modo que ya en ellos no hay presencia de Dios sino ausencia.

"La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino." (Catecismo 392)

(Fuente: "Buscadores del Reino")


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