sábado, 16 de enero de 2010

¿SÓLO LA FE?


Probar por las obras, la fe.
El domingo 13 de septiembre del pasado  año, Benedicto XVI se dirigió a los presentes en la residencia pontificia de Castel Gandolfo con motivo del Ángelus.
La pregunta clave es la siguiente: y "Tu fe, ¿se traduce en obras o no?".
Esto, que parece algo obvio no siempre lo es para las personas que dudan sobre si lo que importa en su fe es la fe misma o lo que, digamos, con ella se puede llevar a cabo.
Pues las dos realidades espirituales han de ser tenidas como importantes para un cristiano, para alguien que se considera hijo de Dios.
Muy conocido, a este respecto, es el texto que, en la Epístola de Santiago a «las doce tribus de la Dispersión» dice lo siguiente.
«14 ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: 'Tengo fe', si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? 15 Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, 16 y alguno de vosotros les dice: 'Idos en paz, calentaos y hartaos', pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? 17 Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.18 Y al contrario, alguno podrá decir: '¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe' ».
A esto, como sabemos, responden los hermanos protestantes diciendo que basta con la Sola Fides en el sentido de que la fe basta para salvarse sin que, por ello, se tenga que tener en cuenta, para la salvación, las obras que hagamos.
Fe sin obras
Es muy humano y natural refugiarse en el conocimiento de la Palabra de Dios y creer, desde ella, que es fácil encarar los problemas que, cada día, van surgiendo a nuestro paso.
Tener fe es, sobre todo, creer sin haber visto. Así, creemos en Dios aunque, por supuesto, no lo hayamos visto y con tal pensamiento encaramos nuestra existencia en el entendido de que nos basta con creer sin que la creencia tenga otras consecuencias que vayan más allá de nuestro mismo corazón.
Por decirlo, entonces, de alguna manera, nuestro corazón no rebosa porque no salen por la boca lo que de él rebosa sino que lo dejamos escondido bajo el celemín que, cada cual, tenemos.
Sobre tal comportamiento bien podemos traer a colación dos textos de san Pablo que en la Primera Epístola a los Corintios clarifica, mucho, las cosas:
"Aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy" (I Corintios 13,2,); "Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (I Corintios 13,13).
Nada soy sin caridad, sin obras, porque la caridad es la mayor de las tres virtudes teologales.
Por eso, las obras, aquello que hacemos teniendo en cuenta nuestra fe, es una consecuencia esperada de la que decimos tener. Y, por tanto, una fe sin obras es como si faltara algo a la voluntad de cristiano, como si faltara el resultado de su creencia.
Obras sin fe
También puede darse el caso según el cual se preste atención a las obras, a la caridad, pero no se lleve a cabo tal forma de actuar de acuerdo a la fe.
Ejemplo de esto lo tenemos en muchas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en las que, a pesar de llevar a cabo acciones altruistas, no las relacionan o, mejor, no derivan las mismas, de una creencia en Dios sino, muy al contrario, de un proceder, exclusivamente, humano. Les falta el hilo de unión que hace lo humano, divino.
A esto bien lo podemos llamar actuar con obras pero no con fe.
Sin embargo, tal forma de proceder no la tenemos como cristiana aunque ella pueda partir, tener su origen, en un comportamiento esencial y humanamente bueno.
¿Cómo, entonces, ha de actuar el cristiano para que, en verdad, se le pueda considerar tal creyente?
En primer lugar, tenemos que tener en cuenta que nuestra primera obligación, grave, es tener fe. Si no hay fe nada de lo que hagamos puede atribuirse a la misma.
Pero la fe no puede quedar infecunda; no puede no dar fruto porque sería como la semilla que nunca se riega: queda en su espacio sin ser lo que, por su naturaleza, tiene que ser.
Por eso tenemos que dar un paso más que nos lleve a implicarnos en nuestra cristiandad y, también, a soportar la parte de cruz que nos corresponde y que, por supuesto, debemos amar, querer, demandar.
Es más, no podemos olvidar que «No todos los que dicen Señor, Señor, van a entrar en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial» (Mt. 7, 21)
¿Vamos, entonces, a ser, como discípulos, más que el Maestro que cumplió, creyendo, la voluntad de Su Padre, no cumpliéndola nosotros?
Al fin al cabo, cumplir la voluntad de Dios es hacer, de la fe, obras.


1 comentario:

  1. ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
    ramillete
    de
    oro
    y
    claveles
    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    TE SIGO TU BLOG




    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesía...


    AFECTUOSAMENTE:
    QUIEN DICEN QUE SOY


    DESEANDOOS UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES OS DESEO FELIZ AÑO NUEVO 2010 Y ESPERO OS AGRADE EL POST POETIZADO DE LA CONQUISTA DE AMERICA CRISOL Y EL DE CREPUSCULO.

    José
    ramón...

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