domingo, 31 de octubre de 2010

Clarito como el agua


Quizás todo lo que sigue ya lo haya leído alguna vez, o quizás no, aunque también existe la posibilidad que otros muchos no lo hayan leído nunca, y que tampoco nunca pensaron que las cosas podrían ser así, tan claras. Pues bien, por esta última razón es que se inserta lo que sigue. Léalo le hará bien.
 

Cuando alguien planteaba la existencia de cosas mucho mas urgentes y necesarias que la religión Blas Pascal decía:

”Decidme, decidme, pero que sea ahora mismo mientras tengáis vida y salud. Ya os daréis cuenta si son temas abstractos, propios de gente desocupada, cuando también os toque a vosotros –pues esta claro que la muerte es lo único seguro en la vida- traspasar esas puertas misteriosas y sin retornos para encontrarnos cara a cara con el misterio.

Mejor dicho, con ese Dios que, según creíais, no tenía nada que ver con vuestra existencia concreta y cotidiana. Y en cambio, fijaos, tenéis que arreglar vuestras cuentas con Él para toda la eternidad.

¿Por qué os tomáis tan enserio las cosas pequeñas de la efímera vida terrena –este breve paréntesis entre dos enigmas insondables- y no os preocupáis de lo que os aguarda por los siglos de los siglos? ¿no me creéis? ¡Ya lo veréis! Basta con dar tiempo al tiempo, pues también se acabara para vosotros y os encontraréis en la dimensión donde no hay principio ni fin.”

Pascal tenia el Fervor del converso (necesario, por otra parte, para equilibrar el “quietismo” del creyente que lo es por tradición o costumbre). Era, en definitiva, un científico acostumbrado a llevar la razón y la lógica hasta sus ultimas consecuencias, pues para hacer reflexionar a los hombres sobre la realidad de su condición no dudaba en sacudirlos agarrándoles de las solapas.


François Mitterrand, presidente de Francia, hermano del gran maestre de la Gran Logia masónica de ese país, encarnizado anticlerical, agnóstico puro y duro, que creía solamente en el poder y en la fuerza de la política hasta el punto de ser conocido como el Florentino. En referencia evidentemente a Maquiavelo.

Pero
cuando la edad y la enfermedad hicieron valer en él sus derechos tan crueles como inexorables, Mitterrand –como todos, o una gran mayoría- se acerco a llamar a la puerta de la “Infame”, que es como su Voltaire llamaba a la Iglesia Católica. Y quiso morir con los sacramentos de los que (según sus palabras) no sabía –“antes”, por supuesto…- si reirse o indignarse.

En su testamento, redactados en sus últimos días, dejo escrito para sus funerales, “une messe est posible”. ¡os recomiendo que se celebre una misa, pero como si yo no la hubiera pedido!

Queremos tan sólo recordar que, aunque todo parezca haber cambiado en el mundo, lo que no ha cambiado es la fea costumbre de morir . Así que -hoy y siempre-, ninguno de nosotros saldrá vivo de esta aventura que es la vida...

En el futuro de todos está el hospital, la funeraria y, al final, “una paletada de tierra en la cabeza y se acabó para siempre”, como diría ese grosero y aguafiestas de Pascal. El mismo que, entre otras cosas desagradables (nunca se deben decir cómo son verdaderamente las cosas si no se esta dispuesto a afrontar las consecuencias, pues veritas odium parit, la verdad engendra odio), escribió lo siguiente:”
Al no haber podido dar remedio a la enfermedad y a la muerte, los hombres han decidido, para así sentirse felices, no pensar.” O pensar, pero haciéndolo in extremis...

El mismo Napoleón, que no temía nada, temía dar el paso a la eternidad. Pidió sin mas rodeos a Pío VII, al Papa al que había pretendido destituir o al menos reducir a la condición de obediente lacayo de su corte de París que le enviara a Santa Elena un sacerdote corso, para estar mejor preparado. Y a sus muy allegados, que también eran “espíritus fuertes”, les decía: “¿Por qué os sorprendéis? ¿No sabéis que los valientes desafían todo lo conocido, pero que sólo los imbéciles desafían el Misterio?” De algún modo, Napoleón también era pascaliano.

 
Vittorio Messori - Michelle Brambilla
Extraído de: "Algunas Razones para Creer"
Fuente: mercabá.org

jueves, 28 de octubre de 2010

Cristo fue embrión “En ese embrión estaba la salvación de los hombres”

¿Es pecado usar aros o piersings?


El texto que sigue quizás te resulte extraño para el tono de este blog. Sin embargo puede resultarle útil a alguien y es por eso que he decidido presentártelo. En todo caso déjame un comentario acerca de tu impresión sobre él. 
 
La respuesta a la pregunta del título es:  no necesariamente, pues el usar aros en las orejas, como hacen las mujeres no es pecado alguno. Pero todo esto tiene sus límites: nuestra salud (incluso mental).
Para algunos, son signos de distinción, de marginalidad o de pertenencia a un grupo, para otros, un recurso de embellecimiento. Más allá de las distintas interpretaciones, la moda de decorarse el cuerpo con aros y tatuajes puede traer complicaciones tanto físicas como sociales . Pero si usted es de los que desean pasar por la experiencia, lo mejor es que conozca los riesgos y consecuencias de la práctica del body piercing, y los precauciones que conviene tomar.
La tendencia ganó cientos de adeptos entre los adolescentes y jóvenes latinos durante los últimos cinco años, pero perforarse el cuerpo o inyectarse una tintura en la piel implica una autoagresión al organismo, que puede traer desde simples reacciones pasajeras hasta serias complicaciones o consecuencias definitivas.
El tatuaje es la aplicación de una sustancia intradérmica de pigmento, de origen vegetal o mineral. Si está hecho por profesionales idóneos no existen grandes riesgos. Hay cientos de miles de personas tatuadas y las complicaciones son de prevalencia baja. El tatuaje de aficionado se da frecuentemente en las prisiones, y se puede hacer con cualquier elemento punzante y tinta. Es más rústico, y presenta más riesgos para la salud.
Los especialistas diferencian el pequeño tatuaje decorativo de los que cubren gran parte del cuerpo, a los que se considera como un signo de trastorno de la personalidad . Las personas que se aplican aros y tatuajes en cantidad, están lejos de darle el sentido que tiene la costumbre en ciertas comunidades indígenas. Por lo general, estos excesos y autoagresiones al cuerpo provienen de trastornos psicológicos .
Una huella indeleble
La experiencia demuestra que con la misma desesperación que un adolescente quiere realizarse un tatuaje en el cuerpo más tarde o más temprano se lo quiere quitar. Ya sea porque la persona madura se da cuenta de que no se siente cómoda con la marca o porque le trae problemas en su inserción laboral y social. Pero dar marcha atrás no es tan fácil.
Mucha gente llega al hospital para quitarse el tatuaje porque no consigue trabajo por este motivo. Para sacar un tatuaje, se utilizan varios métodos, todo depende del sitio donde está y de la superficie corporal comprometida. Si es pequeño y lineal, como un nombre, se hace una simple resección de la piel y una sutura, entonces el tatuaje es reemplazado por una pequeña cicatriz lineal. Pero cuando son muy grandes, abarcan pecho, espalda, brazos o piernas, hay que hacer una resección con navaja y luego poner un injerto con la piel del paciente, obtenida de otra parte de su cuerpo. En realidad, se trata de un parche que implica los riesgos de toda intervención quirúrgica.
La aplicación de láser es otra alternativa para disimular tatuajes. Produce una quemadura de la tinta, pero que deja el recorrido del dibujo. El método es costoso y no garantiza una solución ciento por ciento efectiva. Con esto no se puede jugar. El láser es también una agresión al cuerpo y no todas las tinturas pueden quemarse con esta técnica.
Adornos peligrosos
Nariz, oreja, ceja, pezones, zonas genitales, boca, brazos, ombligo, cualquier parte del cuerpo puede perforarse y ser atravesada con una argolla de distintos tamaños y materiales. En una edición de Emergency Medicine, el doctor Charles Stewart, de Colorado Springs y del Dakota Heartland Hospital, resumió las complicaciones que se han observado como resultado de diversos tipos de perforaciones.
Alergias Las más comunes son provocadas por la colocación de bijouterie hecha con metales que provocan dermatitis de contacto en algunas personas. Típicamente, la alergia se presenta como una lesión con costra y comezón.
Infecciones Cuando no se emplean técnicas estériles, se pueden introducir bacterias y virus en la corriente sanguínea, incluyendo el virus de la hepatitis B , que puede causar hepatitis crónica y cáncer hepático, el HIV, el virus que causa el SIDA. En personas nacidas con defectos de las válvulas cardíacas puede generarse una infección cardíaca potencialmente fatal denominada endocarditis bacterial. Las zonas de mucosa (boca, nariz, lengua y genitales) son más sensibles a contraer infecciones permanentes.
Traumatismos Hay partes del cuerpo como la lengua, el ombligo, las tetillas, los labios, los genitales, que están más expuestas al arrancamiento ya sea por el roce o porque el adorno puede quedar enganchado con facilidad en la ropa. La perforación de la lengua puede dar por resultado una pérdida permanente de sensación, dificultad para hablar, pérdida de la capacidad de captar el sabor y problemas de respiración, si la hinchazón es severa.
Cicatrices hipertróficas .También llamadas queloides. En algunas personas son muy antiestéticas y requieren intervención quirúrgica.
Recomendaciones de los especialistas para prevenir complicaciones
  • Tener aplicada la vacuna antitetánica.
  • No estar cursando ningún tipo de enfermedad o infección al momento de tatuarse o efectuarse el body piercing. El hecho de padecerla, ya sea un resfrío o un dolor de muela, implica que la persona tiene el sistema inmunológico debilitado. Cualquier elemento extraño que se incorpore al organismo magnifica esa inmuno depresión.
  • Realizar el procedimiento sobre piel sana. Sin quemaduras, reacciones alérgicas, ni enfermedades dermatológicas crónicas.
  • No tener antecedentes alérgicos importantes.
  • En el caso del tatuaje comprobar que se usen tinturas vegetales.
  • Si se trata de colocar un aro, preferentemente que sea de oro, plata, o bien de acero quirúrgico. Interiorizarse sobre la idoneidad del profesional y las condiciones de asepsia del gabinete.
  • Verificar si utiliza guantes, material descartable y si tiene estufa de esterilización. Eventualmente usted puede llevar las agujas.
  • Pida una factura por el pago del servicio.
  • Hacer una buena higiene previa de la zona a tratar. Lavar con agua y jabón y algún antiséptico. Después, del tatuaje o perforación realizar las curas hasta que el proceso inflamatorio normal de la piel ceda. Aplicar una crema o líquido antiséptico al menos durante las primeras 48 horas. No exponer al sol los primeros días.
  • Controlar la zona y recurrir enseguida al médico ante síntomas tales como: fiebre, enrojecimiento y/o inflamación de los vasos linfáticos circundantes, dolor o molestias.
  • En el caso del body piercing evite las partes del cuerpo más sensibles, ya mencionadas. Si va a tatuarse pecho, hombros u omóplatos, recuerde que estas zonas del cuerpo habitualmente cicatrizan mal (con queloides), en caso de querer quitarse el tatuaje. La cara y el dorso de las manos son dos partes del cuerpo que no deberían ni tatuarse ni perforarse, enfatizan los especialistas. Tanto por sus consecuencias físicas como sociales, mucha gente se arrepiente al poco tiempo de haberlas dañado.
Fuente: El teólogo responde.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Chesterton, un genio del cual siempre se habla


Sí, y para conocer algo de él, lo invito a leer lo que sigue.


Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) nos ha enseñado a muchos a disfrutar más de la vida porque encontró verdaderos motivos para hacerlo. No le faltaron dificultades: sospecho que su gran ilusión hubiera sido crear una familia numerosa, pero Frances –su mujer-, cuyo mayor sueño “hubiera sido tener siete hijos preciosos”, no pudo tener ninguno.

Gilbert, en la escuela, era un chico retraído, callado y se planteaba la enseñanza de sus profesores de un modo demoledor: “Un señor que no conozco me enseña una cosa que no quiero”. Para hacer justicia a los docentes completaré la frase con una idea de un amigo “… que no quiero aprender”. Pues bien, aquél muchachote profundo, silencioso, llegó a ser una de los más grandiosos “charlatanes” de todos los tiempos. Hablaba de la infancia como de “cien ventanales abiertos” y describía la calle de su niñez diciendo que “toda la calle era feliz”. Polemizaba incansablemente con su hermano porque le quería y discutió hasta el paroxismo con Bernard Shaw –paladín de la ortodoxia socialista- porque le respetaba. Discutió con medio mundo, pero, sobre todo, lo hizo consigo mismo.

Chesterton encontró el truco para reírse a carcajadas de la vida y no fue una ocurrencia escéptica o amarga. Sencillamente, se dio cuenta de que el mundo era una paradoja o, lo que es lo mismo, que estaba al revés. Vio con nitidez la superioridad del niño sobre el hombre, de la inocencia sobre el orgullo, de la luz sobre la oscuridad. Optó por una sabia ingenuidad conocedora de muchas de las aberraciones humanas y de su corto alcance; y esa sabiduría fue la gratitud. Dedujo que si nuestro estado habitual no era el de la alegría, no era por falta de motivos, sino por una extraña deformidad espiritual común. Se dio perfecta cuenta de la inconsistencia y mutilación del mundo por si mismo pero, al ser inteligente, remitió su mirada a aquello que lo complementa y enaltece, huyendo de la morbosa paletada de rebozarse en las desgracias.

Con una visión de futuro más que notable aseveró que el peligro de la familia no estaba en Moscú, sino en Manhattan. En tiempos del comienzo del auge de Hitler miró más allá y dijo que el gran problema que nos iba a invadir era la chabacanería. Descubrió extrañas complicidades entre sistemas opuestos; así, afirmó que el enemigo común del socialismo duro y del capitalismo salvaje era la familia. Entendió la familia como un lugar incómodo, revigorizante, creativo –con una creatividad interior-, como el reino de la libertad frente a la opresión de la dictadura o la explotación del mercantilismo.

Abrazó la fe católica a los cuarenta y ocho años por un motivo básico: “Era la única que aseguraba el perdón de mis pecados”. Sintió en este momento una emancipación mental, una nueva panorámica abierta. Su conversión al cristianismo, después de muchas búsquedas y etapas espirituales, le hizo comprender que el mundo era como la casa de su padre, donde realizó una de las tareas más importantes de su vida: hacer teatrillos de guiñol, es decir, disfrutar creando. Entendió la Cruz de Cristo como el baluarte de las alegrías humanas porque supo ver en ella el árbol de la vida.

Luchó pacíficamente por la justicia social y habló de una distribución audaz de la riqueza. Empedernido demócrata, puso sin compasión el dedo en las purulentas llagas de las oligarquías capitalistas. En una ocasión, al ver rapar la melena pelirroja de una niña pobre, por temor a infección en un colegio estatal inglés, reventó de rabia y quiso prender fuego con esa cabellera a la moderna civilización industrial que hacía algo que sólo una madre estaba autorizada a hacer.

Chesterton murió en 1936. Ahora, la embestida contra la familia y la dignidad humana es  mayor que entonces. Las condiciones infrahumanas de gran parte de la humanidad en el albor del siglo XXI, la barbarie del aborto –considerada políticamente correcta- y el encumbramiento de la necedad en amplios sectores de la comunicación no pintan un panorama muy consolador. Hacen falta nuevos Chesterton que sepan reírse del mundo, amándolo apasionadamente y tengan el suficiente coraje para batirse el cobre por una mejora de la humanidad, es decir, del vecino. Chesterton acertó por su mente clarividente, pero también por un corazón privilegiado, que supo ver con diamantina nitidez que “la vida es una novela donde los personajes pueden encontrarse con su Autor”.

Fuente: Conoceréis de verdad.org

martes, 26 de octubre de 2010

Autosecularización: crisis de la vida religiosa

El arzobispo Juan Louis Brugués O.P. ha hecho declaraciones publicadas en L'Osservatore Romano, en las que se refiere a la actual crisis de la vida religiosa. El blog "La Bohardilla de Jerónimo" publica una traducción de dichas declaraciones que se transcriben a continuación:
La vida religiosa se encuentra sometida actualmente a notables presiones. En particular, pienso que merecen atención dos tipos de condicionamientos. El primero concierne a la secularización. Un fenómeno histórico nacido en Francia a mitad del siglo XVIII, que ha terminado por embestir todas las sociedades que querían entrar en la modernidad. También la apertura al mundo, justamente proclamada por el concilio Vaticano II, ha sido interpretada, bajo la presión de las ideologías del momento, como un pasaje necesario a la secularización. Y de hecho, en los últimos cincuenta años, hemos asistido a una formidable iniciativa de autosecularización dentro de la Iglesia. Los ejemplos no faltan: los cristianos están prontos a comprometerse al servicio de la paz, de la justicia y de las causas humanitarias, ¿pero creen aún en la vida eterna? Nuestras Iglesias han puesto en acto un inmenso esfuerzo por renovar la catequesis, ¿pero esta misma catequesis habla todavía de la escatología, de la vida después de la muerte? Nuestras Iglesias se han comprometido en la mayor parte de los debates éticos del momento, ¿pero discuten sobre el pecado, la gracia y las virtudes teologales? Nuestras Iglesias han recurrido a lo mejor del propio ingenio para mejorar la participación de los fieles en la liturgia, ¿pero no ha perdido ésta última, en gran parte, el sentido de lo sagrado, aquel gusto de eternidad? Nuestra generación, tal vez sin darse cuenta de ello, ¿no ha soñado, quizá, una “Iglesia de los puros”, poniéndose en guardia contra todo manifestación de devoción popular?
¿Qué ha resultado, en tal contexto, de aquella vida religiosa que había sido presentada, de manera tradicional, como un signo escatológico y una anticipación del Reino que ha de venir? De hecho, religiosos y religiosas han abandonado pronto el hábito de la propia familia para vestirse como todos los otros. A menudo han abandonado los propios conventos, considerados demasiado vistosos o demasiado ricos, en beneficio de pequeñas comunidades esparcidas en los pueblos o en las grandes áreas urbanas. Han elegido oficios profanos, se han comprometido en actividades sociales y caritativas, o bien se han puesto al servicio de causas humanitarias. Se han hecho similares a los otros y se han disuelto en la masa, a veces para ser la levadura de la masa, pero también, en muchos casos, porque esa actitud respondía al clima de los tiempos.

No deberíamos subestimar los méritos de este enfoque ni los beneficios que de esto obtiene la Iglesia todavía hoy. Aquellos religiosos y religiosas, de hecho, se han hecho más cercanos a las personas y, en particular, a los más desfavorecidos, mostrando un rostro de la Iglesia más humilde y más fraterno. Sin embargo, esta forma de vida religiosa no parece tener ya futuro, casi no atrae más vocaciones. Casi la totalidad de las congregaciones activas, nacidas en el siglo XIX o al comienzo del XX, se encuentran moribundas y su desaparición es sólo una cuestión de tiempo. Las casas generales y los grandes conventos se han transformado ya en casas de reposo para ancianos. Entre 1973 y 1985, 268 congregaciones francesas de las 369 existentes han cerrado el propio noviciado. La situación, desde entonces, no ha hecho más que empeorar. La auto-secularización ha socavado los fundamentos de la vida religiosa. La crisis ha golpeado, sobre todo, las formas de vida activa y menos las contemplativas, porque la secularización había orientado todo lo que es religioso hacia la militancia o el compromiso social.

El hecho es que el militante o la persona comprometida en lo social, actualmente, tienden a permanecer laicos. Estamos en la segunda tipología de presión ejercida sobre la vida religiosa. Para afrontar el desafío de la secularización, el Concilio ha tenido la genial intuición de confiar esta misión a los laicos. Aquellos que tenían la aventura de ser los actores principales de la sociedad secular, ¿no eran tal vez los más apropiados para realizar tal tarea? El Vaticano II ha valorizado – no digo que ha revalorizado ya que una empresa similar nunca había tenido lugar en el pasado – la vocación de los laicos. Sin embargo, precisamente la valorización del laicado provocó una suerte de aplastamiento de la vida religiosa “activa”. Si esta última, de hecho, ha reconocido por largo tiempo la propia identificación con un servicio específico ofrecido a la Iglesia y a la sociedad – como la enseñanza en las escuelas o el cuidado de los enfermos en los hospitales -, desde el momento en que los laicos eran llamados a brindar los mismos servicios y a dedicarse a similares actividades, la vida religiosa activa perdía su razón de ser. Hoy ya no es necesario pasar por una consagración para brindar los mismos servicios. Cuando nos encontramos en presencia de una maestra que enseña con pasión o de una enfermera servicial, deseosas de llevar una vida auténticamente cristiana, podríamos preguntarnos si la misma mujer, cien o ciento cincuenta años atrás, no se habría presentado a la puerta de una de aquellas recién nacidas congregaciones que hemos evocado anteriormente.

Esto nos lleva a la siguiente conclusión: hoy más que nunca, la vida religiosa no puede ser definida partiendo de un “hacer” sino, más bien, por un modo de ser y por un estilo de vida. Los dos riesgos que hemos descrito en forma sintética y – no tengo dificultad en admitirlo – sin demasiados matices, de la auto-secularización y de la valorización del laicado, constituyen un peligro para la vida religiosa. Su combinación ha provocado en esta última una suerte de implosión. Por lo tanto, la situación actual de la vida religiosa, sobre todo en las Iglesias occidentales, se presenta de modo paradójico. Por una parte, después del Concilio, gozamos de las ventajas de una importante renovación de la teología de la vida religiosa. Por otra, hemos asistido al derrumbamiento de numerosas congregaciones, así como a un florecimiento de nuevas formas de vida religiosa en la primera mitad de los años `70.

Este carácter paradójico nos invita, por lo tanto, a volver a lo esencial. Comenzando por el hecho de que la vida religiosa es única en su esencia y plural en sus formas. En otras palabras, estas múltiples formas nacen todas de un tronco común, el de la vida y la tradición monástica. En consecuencia, la primera dimensión es mística: la vida religiosa nos sumerge en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Por lo tanto, es equivocado definir un instituto a partir de su actividad. Aún si ha sido de este modo cómo han sido concebidas las congregaciones nacidas en los dos siglos pasados.

Esta llamada a estar con el Señor es transmitida a una persona singular – toda vocación es muy personalizada y no existen dos caminos que sean realmente iguales – invitándola, sin embargo, a unirse a una comunidad específica. Algunos experimentan una suerte de deslumbramiento con una comunidad y ni siquiera les viene a la mente ir a llamar a otra puerta. Otros, en cambio, se conceden un largo tiempo de reflexión, durante el cual dan vueltas por muchas casas y se dedican a estudios comparativos muy minuciosos. En toda época ha habido matrimonios de amor y matrimonios de razón. Lo que es cierto, sin embargo, es que la atracción está siempre vinculada a la vida comunitaria. De hecho, el código de derecho canónico define la vida religiosa como una vida esencialmente comunitaria. Y esta vida comunitaria es eminentemente espiritual en la medida en que es el Espíritu Santo quien la anima y la lleva adelante. Podemos, por lo tanto, deducir de esto que la fe dada por el Espíritu representa la clave de lectura de todos los elementos que constituyen la vida religiosa, comenzando por los votos y por la oración.

En este sentido, la pobreza religiosa no es un concepto sociológico. No está hecha para dar el ejemplo de la pobreza. La palabra misma no ha hecho su aparición sino en época tardía; antes, se hablaba de sine proprio, o bien de communio, términos mucho más sugestivos. El voto religioso corresponde, por lo tanto, a un acto de fe por medio del cual el religioso acepta aquel don del Espíritu que lo compromete a no tener nada para sí con el fin de vivir del modo más intenso posible su comunión con la vida fraterna.

Del mismo modo, la obediencia religiosa no es in primis de naturaleza ascética o pedagógica. Sin duda presupone una ascesis en la medida que implica una cierta renuncia a la propia voluntad. Presenta, además, una dimensión pedagógica, en la medida que mira a educar en nosotros la libertad de los hijos de Dios. Su naturaleza, sin embargo, es esencialmente mística: nos hace entrar en un sistema en el que manda el Espíritu. La fe nos lleva a afirmar que el mandato dado no viene, en primer lugar, de la voluntad del superior – aunque lleva la marca de su psicología, tal vez también de su patología – sino del Espíritu, del cual el superior es, en cierto sentido, el representante visible. En aquel punto, dejamos de comportarnos como una entidad singular para convertirnos en cuerpo fraterno.

También entre el amor humano y la castidad religiosa – si bien poseen diversos puntos en común – existe una diferencia esencial. El amor humano comporta una opción y una conquista, se presenta como un amor de exclusión: elegir una mujer específica comporta renunciar a todas las otras. Ahora, contrariamente a las apariencias, que nos llevan a sostener que hemos elegido nosotros hacernos carmelitas o dominicos, la vida religiosa no se elige: nos encontramos involucrados en esta vida bajo el impulso del Espíritu. Para cada uno de nosotros sería imposible permanecer fieles a las promesas de nuestro bautismo fuera de la vida religiosa. En esta última, no existe ninguna conquista ni ninguna exclusión: el Espíritu nos hace partícipes de una comunidad de acogida en la que todos deben aprender a vivir como hermanos.

Finalmente, es en la fe dada por el Espíritu que vivimos la oración, no como una actividad entre las otras, es decir sólo una actividad más, ni como una amenaza para las diversas actividades implicadas por el estilo de vida – todos nosotros conocemos bien aquella tensión entre nuestro trabajo y el tiempo dedicado a la oración, que equivale con demasiada frecuencia a un tiempo residual. En el simbolismo monástico, el claustro, es decir la apertura al Espíritu, representa el vínculo entre la iglesia, lugar de oración (Opus Dei), y los diversos lugares de trabajo (opus hominis) pero como una escuela en la que aprendemos a convertirnos en “mendigos del Señor”.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un tema del que adolece también nuestro país

Lo invito a leer lo que sigue. El tema es de total actualidad y una realidad que también, en muchos aspectos, se da en la Argentina, por consiguiente es bueno conocerla para buscarle soluciones concretas, previniendo lo que pueda ocurrir en el futuro.

Los jóvenes fornicadores de hoy serán los adúlteros de mañana
Luis Fernando Pérez Bustamante

A nadie puede sorprender que el porcentaje de adolescentes españoles sexualmente activos haya crecido exponencialmente en los últimos años. Según el Ministerio de Igualdad, el 80% de ellos ha mantenido ya al menos una relación sexual completa. La edad media en la que se mantiene por primera vez un coito se sitúa en los 17 años, lo cual implica que un gran número de adolescentes lo practica antes.

Las razones de semejante explosión de sexo adolescente son obvias. La descristianización de España afecta especialmente a las generaciones más jóvenes, que no han sido educadas en la moral católica. Además, este país ha asistido a una hipersexualización brutal en todos los órdenes, especialmente en el ámbito de los medios de comunicación, donde el sexo se ha banalizado de tal manera que lo han convertido en un mero instrumento de ocio. Todo ello produce una deshumanización total de las relaciones sexuales. El “otro” es un mero instrumento de placer y no alguien con el que compartir un proyecto de vida en común. Por supuesto, los embarazos no deseados aumentan. Y con ellos, los abortos. Estos son la guinda de un pastel de muerte, de “animalización” del ser humano, de vicio y depravación.

La respuesta de todos los gobiernos españoles ante el sexo entre jóvenes y adolescentes ha sido siempre la misma: la promoción del uso del preservativo. Pero está demostrado que cuantas más campañas se hacen a favor del uso del condón, más embarazos adolescentes se producen. El preservativo se presenta como la herramienta que impide afrontar una de las consecuencias naturales del acto sexual: la llegada de una nueva vida. Cuando tú le dices a un joven que puede fornicar sin problemas, le quitas cualquier barrera psicológica -que no moral- a la hora de lanzarse a practicar el sexo.

Como parece evidente que los jóvenes no son muy dados a usar la gomita, el actual gobierno facilitó las cosas para que las adolescentes puedan abortar, al no hacer obligatorio el permiso paterno para tal acto execrable. El círculo vicioso, nunca mejor dicho, se cierra. Primero les facilitan las relaciones sexuales. Luego se les facilita el aborto. Y si luego esos adolescentes, sobre todo las crías que abortan, se convierten en carne de psicólogos y psiquiatras, es su problema.

Podemos hacernos una idea de cuáles van a ser los contenidos del anunciado Centro de Asesoramiento Sexual del Ministerio de Igualdad. Dejar el asesoramiento sexual en manos de este gobierno es como confiar la política terrorista a Bin Laden. De hecho, una de las obligaciones de cualquier padre cristiano hoy en día es impedir que sus hijos caigan en manos de estos educadores de la inmoralidad y la muerte. Y de hecho, una de las obligaciones de la escuela católica debería ser la de hacer de balanza contra la educación hipersexualizada que reciben nuestros jóvenes desde todas partes. Pero me temo que no ocurre así. De ese 80% de adolescentes que ya han caído en la fornicación, muchos han sido o son alumnos de colegios católicos. De hecho, dadas la alta tasa de alumnos de religión católica en toda España, es obvio que esa asignatura no tiene apenas éxito en educar a los jóvenes en la continencia sexual y la castidad.

El futuro que cabe esperar es más de lo mismo. Esos jóvenes que hoy se entregan a las relaciones sexuales prematuras serán los adultos del mañana. Y una generación de adultos en la que el sexo no ocupa el lugar que Dios ha previsto para el mismo no puede producir una sociedad sana. Los fornicadores de hoy serán los adúlteros del mañana. Una sociedad de adúlteros es incompatible con el Reino de los cielos. Y quien no sirve a Dios, es esclavo de Satanás. Sería bueno que tal cosa se recordara con más frecuencia desde nuestros púlpitos. Sería muy deseable que en la próxima Jornada Mundial de la Juventud se prestara atención a este tema. Más que nada porque los jóvenes cristianos no son ángeles. Tienen las mismas tentaciones que los que no son cristianos. Debemos ayudarles a nadar contra corriente. Debemos enseñarles que la gracia de Dios les capacita para ser fieles a Cristo en todo. También en la moral sexual.
Fuente: Sagrada Tradición blogspot


domingo, 17 de octubre de 2010

¿Existió Jesucristo?


Quizás le sorprenda la pregunta del título.
Sin embargo son muchos más de los que usted piensa quienes responden negativamente.
 Si su situación es de duda, lo que leerá a continuación le dará una respuesta fundada  para que deje de hacerlo. Si usted niega la existencia de Jesucristo, tiene dos caminos: leer la respuesta y cambiar de opinión, o mantenerse en su descreimiento (aunque si lee, puede comenzar a dudar y tal vez cambiar su respuesta de manera afirmativa. Haga  la prueba, se lo recomiendo

Respuesta:
El problema de la existencia histórica de Jesús de Nazaret apenas existe, pues la evidencia que ofrece la historia en este punto es análoga a la que nos proporciona en torno a Séneca o al emperador Vespasiano. Por eso hasta los tiempos modernos nadie serio había puesto en duda su existencia histórica. Recién en el siglo XIX el racionalismo al no poder explicar por causas naturales la personalidad de Jesús optó, como solución única para salvar su sistema, por negar su existencia. Sobresalieron en esta posición la escuela Deísta, heredera de Voltaire, para quien Jesús fue cierto judío desconocido que murió en la cruz, y la Escuela simbólica de Tubinga (especialmente Br. Bauer, 1809-1882) para la cual Jesús es fruto de la primera comunidad cristiana que mediante esta figura expresa simbólicamente sus doctrinas.
Al margen de estas posiciones extravagantes, la existencia histórica de Jesús está atestiguada por documentos cristianos, judíos y paganos:
1) Testimonios cristianos
Tenemos testimonios de diversos tipos:
a) Escritos canónicos: nos hablan de Jesús los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas. En todos ellos se ve que la esencia del cristianismo, más que doctrina moral, es adhesión a la persona física de Jesús. Son numerosísimos los elementos de carácter histórico.
b) Escritos extracanónicos: los escritos de los PP. Apostólicos (que estuvieron en contacto con los apóstoles), PP. Apologetas (que defendieron la enseñanza cristiana en el siglo II), PP. de la Iglesia y autores eclesiásticos. En todos estos escritos se manifiesta claramente el carácter de adhesión a la persona histórica de Jesús. ¿Cómo se explica semejante mole de escritos si Jesús no existió?
c) Libros apócrifos: hablan de Jesús diversos evangelios apócrifos (más de cincuenta), hechos apócrifos de los apóstoles (Hechos de Juan, de Pedro, de Tomás , de Andrés, de Pablo y Tecla, de Andrés y Matías, etc.) e instrucciones apostólicas.
2) Testimonios judíos
Entre los que mencionan a Jesús podemos distinguir:
a) La literatura rabínica: el Talmud que comprende dos obras: la Mishná o colección de los comentarios orales sobre la ley hechos por los grandes rabinos de los siglos I-III (especialmente Hillel, Sammai, y R. Aquiba), y la Gemara, que es un comentario de la anterior. En ambas, continuamente se ultraja a Jesús, por lo que no duda de su existencia histórica.
b) Obras Históricas: el gran historiador del pueblo judío es Flavio Josefo (37-102) general de las tropas galileas en la guerra del 67 y luego (como prisionero) acompañante-historiador de Tito. Tiene dos libros principales: 'de Bello Iudaico' en cuyo texto griego no hay nada sobre Jesús, pero que en una versión eslava (descubierta en 1906 por el profesor protestante A. Berendts de la Universidad de Dorpat) se leen ocho fragmentos referidos a él. En su segunda obra, 'Antiquitates iudaeorum', hay tres importantes textos referidos al evangelio:
-Ant. iud. 18,5,2: relata la muerte de san Juan Bautista.
-Ant. iud. 20,9,1 v.4.6: 'entretanto subió al pontificado, según dijimos Anás, el más joven, de índole feroz y extremadamente audaz...Dado este su carácter, pensando que había llegado el momento oportuno...., convocó el consejo de jueces y, haciendo presentar a juicio a un pariente del que llamaban Cristo (por nombre Santiago) y algunos otros con él, habiéndolos acusado de reos violadores de la ley, los condenó a ser apedreados'
-Ant. Iud, 18,3,3: 'Por aquella época apareció Jesús, hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre, fue autor de obras maravillosas, maestro para quienes reciben con gusto la verdad. Atrajo a sí muchos judíos y también muchos gentiles. Este era el Cristo (el Mesías). Habiendo sido denunciado por los primados del pueblo, Pilato lo condenó al suplicio de la cruz; pero los que antes le habían amado le permanecieron fieles en el amor. Se les apareció resucitado al tercer día, como lo habían anunciado los divinos profetas que habían predicho de El ésta y otras mil cosas maravillosas. De él tomaron su nombre los cristianos, cuya sociedad perdura hasta el día de hoy'.
Algunos dicen que es una interpolación posterior, pues se guardó en silencio hasta el año 311 en que lo recuerda Eusebio de Cesarea (M.J. Lagrange, Batiffol). Pero muchos otros, incluso A. Harnack (príncipe del racionalismo alemán) lo consideran genuino, ya que aparece en todos los códices, lo cita y aprueba el padre de la historia eclesiástica, Eusebio. No extraña su silencio anterior pues las obras de F. Josefo no eran conocidas entre los cristianos. El estilo concuerda, y es propio de F. Josefo hablar de todos los varones eximios y pretendidos mesías de su tiempo, incluso aplica vaticinios mesiánicos a Vespasiano.
Según otros aquello que hemos puesto en cursiva serían interpolaciones de un copista cristiano. De ser así, al menos el testimonio histórico queda intacto.
3) Testimonios paganos
Estos testimonios son escasos, pues a los romanos no les interesaban las discusiones doctrinales de los judíos. Pero hablan directamente de Jesús:
a) Plinio el Joven en carta a Trajano (62-113)
b) Cornelio Tácito (54-119) escribe en sus Anales el incendio de Roma y al hablar de los cristianos dice 'Su fundador, llamado Cristo, fue condenado a muerte por el procurador Poncio Pilato, imperando Tiberio' (Anales 15, 44).
c) Suetonio, en la 'Vida de Claudio' (25,4) dice: 'Expulsó de Roma a los judíos, autores de continuas revueltas bajo la instigación de Cristo'.
Con tales testimonios no queda lugar para ninguna cuestión.
Fuente: El Teólogo Responde

sábado, 16 de octubre de 2010

Nuevo impulso para anunciar el Evangelio


El santo Padre Benedicto XVI, con la publicación del nuevo documento se ha propuesto dar a la Iglesia una nueva herramienta que permita renovar la tarea evangelizadora en lugares en que "el moho" de la secularización ha hecho desastres, dejando diezmadas las filas de creyentes que cayeron víctimas de  la  indolencia y la apatía religiosa. El plan se presenta  alentador, pero requiere el apoyo de nuestra oración y también de nuestra acción evangelizadora directa, significada en un testimonio de vida coherente con la fe declamada.
Se ha publicado el Motu Proprio Ubicumque et semper del Papa Benedicto XVI con el cual instituye el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. El presidente del nuevo dicasterio es, como se sabe, el Arzobispo Rino Fisichella, mientras se espera ahora el nombramiento del secretario y el sub-secretario, así como también de los oficiales, miembros y consultores.

En el documento pontificio, cuyo texto puede leerse en lengua española en la agencia Zenit, el Pontífice realiza un breve análisis del mundo actual en el cual identifica “el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha manifestado progresivamente en sociedades y culturas que desde hacía siglos parecían impregnadas por el Evangelio”. Continuando con sus observaciones, el Papa señala que “se ha verificado una preocupante pérdida del sentido de lo sagrado, llegando incluso a poner en cuestión esos fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador, y la común comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el nacer, el morir, el vivir en una familia, la referencia a una ley moral natural. Aunque todo ello ha sido saludado por algunos como una liberación, bien pronto se ha advertido el desierto interior que nace allí donde el hombre, queriendo ser el único artífice de su propia naturaleza y de su propio destino, se encuentra privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas”.

Luego de mencionar al Concilio Vaticano II, que “asumió entre las temáticas centrales la cuestión de la relación entre la Iglesia y este mundo contemporáneo”, Benedicto XVI recuerda también las intervenciones del Papa Pablo VI sobre la cuestión de la evangelización y, finalmente, al Venerable Juan Pablo II, que “hizo de esta comprometida tarea uno de los puntos cardinales de su vasto Magisterio, sintetizando en el concepto de «nueva evangelización» la tarea que espera a la Iglesia hoy, en particular en las regiones de antigua cristianización”. Llegado a ese punto, el Papa Ratzinger afirma que, haciéndose cargo de las preocupaciones de sus Predecesores, considera oportuno “ofrecer respuestas adecuadas para que la Iglesia entera, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un empuje misionero capaz de promover una nueva evangelización”.

¿A quién debe dirigirse esta «nueva evangelización»? El Papa distingue tres diferentes realidades presentes en las Iglesias de antiguas fundación: algunas, en efecto, aún cuando el proceso de secularización avanza, mantienen una práctica cristiana de buena vitalidad y un profundo arraigo en el alma de poblaciones enteras; otras, en cambio, experimentan una clara toma de distancia de la sociedad entera hacia la fe, con un tejido eclesial más débil, aunque con elementos de vivacidad; otras, finalmente, son zonas que parecen completamente descristianizadas, en las que la luz de la fe se confía al testimonio de comunidades pequeñas en tierras que parecen ser particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano.

Es a la luz de estas reflexiones, presentes desde hace mucho tiempo en Joseph Ratzinger, que el Papa decide instituir este nuevo Pontificio Consejo, el cual “persigue su propia finalidad tanto estimulando la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización, como individuando y promoviendo las formas y los instrumentos adecuados para realizarla”.

Las tareas señaladas por Benedicto XVI al nuevo dicasterio son: “1) profundizar en el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización; 2) promover y favorecer, en estrecha colaboración con las Conferencias Episcopales interesadas, que podrán tener un organismo ad hoc, el estudio, la difusión y la realización del Magisterio pontificio relativo a las temáticas conectadas con la nueva evangelización; 3) hacer conocer iniciativas ligadas a la nueva evangelización ya en acto en las diversas Iglesias particulares y a promover su realización de nuevo, implicando activamente también los recursos presentes en los Institutos de Vida Consagrada y en las Sociedades de Vida Apostólica, como también en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades; 4) estudiar y favorecer la utilización de las modernas formas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización; 5) promover el uso del Catecismo de la Iglesia Católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo”.

El Arzobispo Fisichella, en la conferencia de prensa en la que presentó el documento pontificio, explicó que “debemos evitar que «nueva evangelización» resuene como una fórmula abstracta. Debemos llenarla de contenidos teológicos y pastorales y lo haremos basándonos en el magisterio de estas últimas décadas”. Además, recordó que “en el 2012 se celebrará el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica”, “uno de los frutos más maduros de las indicaciones conciliares”. El Catecismo, explicó Mons. Fisichella, “recoge de modo orgánico el entero patrimonio del desarrollo del dogma y representa el instrumento más completo para transmitir la fe de siempre frente a los constantes cambios e interrogantes que el mundo plantea a los creyentes”.

“En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios”, decía el Papa en su Carta a los obispos sobre el levantamiento de las excomuniones a los obispos ordenados por Mons. Lefebvre y también durante su visita al Santuario de  Fátima en mayo de este año. Y todo parece indicar que, también con esta nueva medida, Benedicto XVI busca ofrecer otro elemento que ayude a ocuparse de esta prioridad.
Fuente: La Buhardilla de Jerónimo
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