lunes, 26 de diciembre de 2011

A los amigos de "Quien dicen que soy"

Les hago llegar mi saludo cariñoso juntamente con los deseos de todo lo bueno para el año 2012, guiados por la bondad del Señor, cuya voluntad deseamos cumplir.

Al mismo tiempo les informo que en razón de las vacaciones, nos volveremos a encontrar el  domingo 5 de febrero.

 Un abrazo a todos.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Anuncio solemne de Navidad



Veinticinco de diciembre. Luna …

En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo, cuando en el principio creó Dios el cielo y la tierra.
En el año dos mil novecientos cincuenta y siete desde el diluvio.
En el año dos mil quince desde el nacimiento de Abraham.
En el año mil quinientos diez desde Moisés y la salida del pueblo de Israel de Egipto.
En el año mil treinta y dos desde que David fue ungido rey.
En la semana sexagésima quinta, según la profecía de Daniel.
En la Olimpíada ciento noventa y cuatro.
En el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma.
En el año cuarenta y dos del imperio de Octaviano Augusto. Estando todo el mundo en paz, en la sexta edad del mundo, JESUCRISTO, eterno Dios e Hijo del Padre Eterno, queriendo consagrar el mundo con su misericordioso advenimiento, concebido del Espíritu Santo, y pasados nueve meses después de su concepción nace en Belén de Judá, de la Virgen María , HECHO HOMBRE.
El nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, según la carne.
(Fuente: conoceréis de verdad.org).

sábado, 24 de diciembre de 2011

"Hoy sabrán que vendrá el Señor, y mañana verán su gloria"

      


      -Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

      -Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a liberarnos con el poder de tu brazo.

      -Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.

      -Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

      -Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

      -Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.
      -Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.

Ref. bíblicas: Dt 8,5; Prov 8,22s; Hb 1,4; Ex 20; Is 11,10; 52,15; 22,22; 42,7; Lc 1,78; Mal 3,20; Ag 2,7Vulg; Is 28,16; Ef 2,14; Gn 2,5; Is 7,14

Liturgia romana - Antífonas del Magníficat - de los días 17 al 23 de diciembre

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Lo sabía?

LAS ANTIFONAS "O"
Las antífonas de la O son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.
Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».
Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.
Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven»
Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.
Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.
Se cantan -con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas- antes y después del Magnificat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, un tanto resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.
(Fuente: Mercabá)

viernes, 16 de diciembre de 2011

Procreadora del Creador

El adviento tiene elementos que deben ser conocidos para no caer en la simplicidad puramente afectiva. Anímese a leerlo y a decir con María "mi alma canta la grandeza del Señor"

Lo más impresionante de la Virgen María es que es la criatura creada por el Creador para ser procreadora del Creador. ¿Es exacta esta afirmación? Sí. ¿Hay que matizarla? No. Sólo conviene delimitar los términos...


Ninguna criatura puede crear en sentido estricto, puesto que para ello se requiere estricta omnipotencia. María, obviamente, no es creadora del Creador. Pero Él ha puesto en la criatura la capacidad de pro-crear, es decir, de ponerse a favor –«pro»-- de la creación, colaborando, participando en ella de alguna manera. En la naturaleza del hombre hay el poder impresionante de procrear personas. Dios se ha comprometido de tal modo que cuando ésta pone determinadas condiciones biológicas, Él crea personas. No lo hace siempre ni fuera de las condiciones establecidas, aunque de las piedras podría sacar «hijos de Abraham» (Mt 3, 9; Lc 3, 8). En el matrimonio, es gozoso deber de los cónyuges, ponerse a favor de la vida, procrear. Los padres procrean libre y conscientemente (a no ser por defecto, por ignorancia o por malicia) personas. No son creadores de personas, porque sin la omnipotencia creadora de Dios no podrían procrear. Tampoco son autores sin más de lo que constituye a la persona como tal, que es el alma, irreductible a materia, espíritu inmortal. Pero entendemos que son padres no sólo de cuerpos sino de personas. De algún modo participan en la creación de las personas de sus hijos.
 

La Virgen María no ha creado a Dios, ni a una Persona divina. Pero ha procreado, por obra del Espíritu Santo, un hombre verdadero que es verdadero Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ella le ha dado su carne y sangre. La carne y la sangre de Jesús procede de María, de la procreación de María Virgen. Por eso, se la llama propiamente Madre de Dios y la he llamado «Procreadora del Creador». Me pareció original, pero, como suele suceder, no lo es tanto. Han pasado los años y he encontrado en la Encíclica Redemptoris Mater, de Juan Pablo II, que el título se hallaba contenido ya en la sabiduría de los siglos: «La liturgia – dice el papa magno- no duda en llamarla «Madre de su Progenitor» y saludarla con las palabras que Dante Alighieri pone en boca de San Bernardo: «hija de tu Hijo».» (JPII, RM, 10)

 
Procreadora de los hijos de Dios 

Pero la Trinidad no se limita a hacer de María la Procreadora virginal de Dios Hijo, sino también la ha hace Procreadora de todos los que llegan a ser hijos de Dios, precisamente en lo que específicamente tienen de hijos de Dios. Porque el Hijo encarnado es como una vid con innumerables sarmientos (Jn 15, 5). Cada sarmiento, unido a la vid, vive de la misma savia, de la misma vida de la vid. De la vida divina de Cristo brota un manantial inagotable de vida sobrenatural, divina, que a través de su Humanidad se comunica a todos los que están en comunión con Él, formando su «Cuerpo Místico». San Pablo dice que la Iglesia es el «Cuerpo de Cristo» (Col 1, 18.24; 1 Cor 12, 27; Rom 12, 5). La Iglesia, para evitar ingenuos malentendidos, dice de sí misma que es «Cuerpo Místico», porque no se trata de un cuerpo de madera ni de un organismo material. Es un organismo de vida sobre-natural, que vivifica a todos sus miembros a la vez que vigoriza su personalidad inconfundible y los introduce en la Vida intratrinitaria.

Esta es la vida suprema, infinitamente superior a la que se origina con el DNA. Y es vida, porque en ella se despliegan los actos vitales más intensos: entender y amar, además, en cierta medida, con la sabiduría y el amor de Dios.



Madre que engendra vida 
El Magisterio de la Iglesia enseña que María es «madre en el orden de la gracia» (Conc. Vaticano II, Const. Lumen Gentium, cap. VIII). La Gracia santificante es vida.

A nosotros nos puede parecer que la vida es algo material, como el latir del corazón o el respirar y quizá no nos damos cuenta de que hay más vida en un sólo pensamiento del hombre que en todo el universo irracional [1]. La vida del Verbo es la más rica, y consistente de las vidas. Unirse al Verbo es vivir más, ser más, ser más vivo, tener más vida. Y si la unión es sobrenatural, por la participación en la vida de la gracia, entonces la vida que se recibe, que penetra, que impregna el núcleo del ser personal, eleva a un “nivel de vida” infinitamente superior al de la vida natural. ¿Cómo negar que la vida superior sea más fecunda que la vida inferior? ¿Cómo no ver que una criatura inmersa en el centro amoroso de la Santísima Trinidad pueda procrear en la vida sobrenatural? Habrá de ser de otra manera, pero será.

María vive, como hija, en el Padre, tomando parte en su Paternidad; y vive en el Espíritu Santo tomando parte en su Amor personal; y está unida a Dios Hijo, de modo esencialmente superior al de cualquiera de los que Jesús hace unum (uno) con El (Jn 17, 11.21, 22). Si un buen cristiano es y, sobre todo, será unum con Cristo Jesús, ¿qué nivel de unidad con Cristo habrá alcanzado en el Cielo la Virgen María? Su relación con cada una de las Personas divinas parece reforzar o enriquecer su relación con las otras dos, en una suerte de sinergia que a los que andamos por estos mundos de aquí abajo nos puede suscitar vértigo. Ella es una como Madre, con Dios Hijo. Es Madre en Dios Padre; es la Enamorada por excelencia en el Amor que es el Espíritu Santo. Ella está inmersa en la Vida misma. Si alguna criatura puede ser donadora de vida, es sin duda María.

La vida de la Gracia

La vida material requiere un soporte material (como el ADN), pero no así la espiritual. La Gracia santificante es vida sobrenatural, misteriosa pero verdadera participación en la vida divina, germen de Dios [2]. «Hemos sido engendrados de nuevo, no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios, viva y permanente» [3]. La filiación divina del cristiano es «adoptiva» porque éste no nace viviendo vida de Dios; pero al ser adoptados por Dios Padre, el Espíritu Santo nos infunde una vida nueva, que es verdadera vida de comunión con Dios en Cristo: «El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» [4]. Y tiene las características de toda vida creada: concepción, gestación, nacimiento, desarrollo, plenitud. Comienza a vivir como una semilla, frágil, fácilmente destructible (por el pecado), y acaba siendo la vida robusta, indestructible, plena de Dios de los bienaventurados en el Cielo.

¡Cuántas veces san Pablo habla de ser en Cristo! Se trata de auténtica vida, con un poder de fecundidad maravilloso. Al extremo que el mismo Apóstol puede exclamar: «yo os he engendrado por el Evangelio» [5]; «hijitos míos –exclama-, por los que otra vez tengo dolores de parto…» [6].

Es tanta la bondad de Dios que parece querer darnos todo cuanto puede de Sí mismo, a cada uno de sus hijos, con la diversidad que sea menester. Nos hace partícipes de su paternidad - capaces de procrear espiritualmente -; nos hace partícipes de la filiación de Dios Hijo; y, en fin, nos hace partícipes del Amor que es Dios Espíritu Santo. Todo cristiano está, por la Gracia, capacitado para ser padre y madre, hijo y “espíritu santo” (paráclito: abogado, defensor, consolador, amor) de los demás.


Nacen del corazón de maría

Pero esta capacidad, en la criatura constituida Madre de Dios, es de orden esencialmente superior a la del apóstol. ¿Qué no podrá la Virgen María, asunta al Cielo, disfrutando de aquella una unión intimísima con la tres Personas divinas? Así como Cristo Cabeza nace en la mente y en el corazón de María por obra del Espíritu Santo -antes aún que biológicamente en sus entrañas virginales, por la fe en la Palabra de Dios [7]-, de un modo análogo, los miembros de Cristo - los otros Cristos - nacen a la vida de Cristo también por obra del Espíritu Santo, del Corazón inmaculado de María.

Cabe decir que la Madre de Cristo, por querer y don de Dios, interviene cooperando con el Espíritu Santo en la donación de la vida sobrenatural que es la gracia santificante, de la que está sobreabundantemente llena (plena sibi, superplena nobis). María, en efecto, coopera «al nacimiento y desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos» [8]. La maternidad de María respecto de los cristianos no es mera nominación; ni sólo intercesión con alto valor moral ante la Trinidad: se trata de una cooperación que toca el ser mismo de la Gracia, así como el ser mismo del «nuevo ser» que es el renacido del Espíritu y que va creciendo en la «vida cristiana».

«¿No es acaso María Madre de Cristo? Pues también es Madre nuestra. Todos deben tener muy presente que Jesús, que es el Verbo de Dios hecho carne, es también el Salvador del género humano. Ahora bien, en cuanto Dios-Hombre, El adquirió un cuerpo concreto como los demás hombres. Pero en cuanto Salvador de nuestro linaje, consiguió un cierto cuerpo espiritual o, según se dice, místico (... ) Por consiguiente, la Virgen no concibió tan sólo al Hijo eterno de Dios para que, recibiendo de Ella una naturaleza humana, se hiciese hombre; sino también para que, mediante esta naturaleza recibida de Ella, fuese el Salvador de los mortales (...) Así, pues, en el mismo seno virginal de la Madre, asumió Cristo para sí una carne y, al mismo tiempo, adquirió un cuerpo espiritual, el cuerpo formado por aquellos que habían de creer en El. De tal forma, que puede decirse que María, cuando llevaba en su seno al Salvador, gestaba también a todos aquellos cuya vida estaba contenida en la vida del Salvador. Así pues, todos cuantos estamos unidos con Cristo y, según frase del Apóstol, somos, miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Ef 5, 30), hemos salido del seno de María a semejanza de un cuerpo unido con su cabeza. De donde, en un sentido ciertamente espiritual y místico, nosotros somos llamados hijos de María y Ella es Madre de todos nosotros. Madre en espíritu, pero evidentemente Madre de los miembros de Cristo, que somos nosotros» (S. Pío X) [9]. El realismo con que se expresa el papa san Pío X es impresionante e inequívoco: María es Madre es un sentido propio y pleno. María nos ha engendrado en Cristo, nos ha alumbrado en Cristo, nos nutre en Cristo.

Insistamos, María no es autora de la Gracia, pero todo nos conduce a pensar que hay un compromiso divino, asumido libremente por Dios, con vistas a la participación de María en la obra de la santificación, por el cual es verdadera Madre, donadora de la vida sobrenatural, crística, creada por la Trinidad: desde el Padre en el Hijo por el Espíritu Santo. Como en ese orden vital no se precisa sustrato biológico, supuesta la Voluntad de Dios Trino y la voluntad humana de Cristo Santificador, cabe decir que a la Madre de Dios le basta poner el quereramorosísimo de su voluntad (unido en el Espíritu Santo al querer de Cristo Redentor), para que Dios cree la vida sobrenatural en el alma de sus hijos. Así Ella es, en sentido espiritual, real, vital y pleno, Madre nuestra, procreadora, en el orden de la gracia (Lumen Gentium, cap. VIII, n. 61).

Estamos pues ante tres misterios que se enlazan y compenetran hasta formar un solo y único misterio: Maternidad divina, Encarnación y Maternidad espiritual de María. La Maternidad divina acontece a la vez que la Encarnación del Verbo y se prolonga en la maternidad espiritual respecto a todos los unidos de algún modo a Cristo Jesús. «Esta maternidad en el orden de la gracia ha surgido de la misma maternidad divina» [11]. Todo, no lo olvidemos, por obra del Espíritu Santo, que es quien «hace madre» a la Virgen en todas sus dimensiones [12].

Se trata de una inefable dignación, de misericordia y de bondad, que el Espíritu del Padre y del Hijo no sólo nos conforme al Hijo, para poder exclamar «Abbá!, ¡Padre!» sino que también nos infunda un espíritu de filiación respecto a María, por el que podamos igualmente exclamar: «¡Madre, Madre...!». La espiritualidad de esa nueva vida no niega, al contrario, la consistencia, la intensidad, la realidad de la vida de que se habla.

«¡Oh Madre, Madre!: con esa palabra tuya -"fiat"- nos has hecho hermanos de Dios y herederos de su gloria. -¡Bendita seas!» (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 512)

Por Antonio Orozco DelclósFuente: ESCRITOS ARVO


NOTAS

[*] (Se encuentran aquí algunas de las ideas más críticamente desarrolladas en el libro Antonio Orozco, Madre de Dios y Madre Nuestra. Introducción a la Mariología, 5ª edición, Ed. Rialp, Madrid 1998, cap. VI, pp. 65-100)

[1] SAN JUAN DE LA CRUZDichos de amor y luz, 39; cit JUAN PABLO II, Discurso, Segovia, 4-XI-1982.
[2] 1 Jn 3, 9.
[3] 1Petr 1, 23.
[4] 2 Cor 5,17.
[5] 1 Cor 4,15.
[6] Gal 4,19.
[7] SAN LEÓN MAGNO acuñó la fómula «prius concepit mente quam corpore» (Sermo 21, 1: ML 54, 191) Cfr. SAN AGUSTIN, Sermo 25, 7: ML 46, 937; Sermo 205, 4: ML 38, 1074; Sermo 293, 1: ML 38, 1327. Se hace eco de esta enseñanza LG 56, 57)
[8] PABLO VI, Solemne profesión de fe, 30 de junio de 1968, n. 15; JUAN PABLO II, Enc.Redemptoris Mater, n. 46
[9] SAN PIO X, Ad diem illum, 2-XI-1904.
[11] RM, n. 22.
[12] RM 47. En el siglo VII-VIII, San Andrés de Creta saludaba a la Virgen con esta bella oración: "Dios te guarde, medianera de la ley y de la gracia, sello y rúbrica del Antiguo y del Nuevo Testamento... todo el mundo te considera como propiciadora universal, ¡oh, suministradora de la vida, vida de los vivientes y autora de la vida!" (SAN ANDRÉS DE CRETA, PG 97, 1101; Para el tratamiento de la Liturgia Hispania, véase JAVIER IBÁNEZ - FERNANDO MENDOZA, Liturgia Hispana, Pamplona 1975)
 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Razones para creer

Hoy leí lo que sigue en un blog español muy conocido e inmediatamente pensé en subirlo. No deje de leer, le será muy útil.

Defensa de la escatología católica

La apologética tiene también otras dos funciones, que podríamos llamar “positiva” y “negativa”: promover y defender la fe cristiana y católica.
Consideremos en primer lugar la función positiva o propositiva de la apologética con respecto a los dogmas de la fe católica en general, y de la escatología en particular. En el diálogo entre católicos y no creyentes, es un error discutir sobre los dogmas de fe sin haber alcanzado antes una base de acuerdo mínima que haga posible y fructuoso ese diálogo. Sin principios comunes, dos interlocutores no llegarán a coincidir jamás, excepto por accidente. En nuestro caso, sucede que, antes de discutir sobre la verdad de los dogmas de la Iglesia Católica, es preciso ponerse de acuerdo acerca de si esa Iglesia es realmente lo que ella dice ser: el Cuerpo Místico de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Por lo tanto, si el católico quiere mostrar a un no creyente la verdad de un dogma de fe, antes debe hacer todo el recorrido apologético, demostrando la razonabilidad y la credibilidad de la fe católica en Dios, en Cristo y en la Iglesia. Sólo después de la conversión del no creyente (si ésta ocurre) el católico podrá proponerle directamente las verdades de la teológica dogmática.
En cambio la función negativa o defensiva de la apologética permite que el católico y el no creyente discutan sobre temas dogmáticos (por ejemplo los referidos a la escatología). Pero en este caso el católico se limita a refutar racionalmente los argumentos en contra de la fe católica, sin apelar a los datos de la teología, ciencia que presupone la fe, ausente en el interlocutor.
A continuación trataré de refutar algunas de las objeciones más comunes contra la escatología cristiana.
Una primera objeción frecuente sostiene que la fe cristiana en la vida eterna sería deshumanizante, porque llevaría al cristiano a despreciar la vida terrena y este mundo, y lo apartaría así de sus obligaciones mundanas (11).
A esta objeción respondo que la fe cristiana en la vida eterna de ningún modo se opone al aprecio del cristiano por su vida mortal. Al contrario, el valor inmenso que el cristiano atribuye a esta vida está basado en que, durante el transcurso de la misma, el hombre, bajo el influjo de la gracia, va dando respuesta a la oferta divina de salvación eterna. Cuando el hombre muere, esa respuesta asume un carácter definitivo. Dios, respetando la libre respuesta del hombre, da a éste aquello que a lo largo de su vida ha elegido de hecho: la unión plena de amor con Dios y sus hermanos o la soledad completa del egoísmo.
En cambio el no creyente está mucho más expuesto que el cristiano a la tentación del nihilismo. Si nada tiene sentido y la existencia humana es absurda, no se ve claro por qué el hombre debería trabajar con entusiasmo, ni amar de todo corazón, hasta el extremo del sacrificio heroico, ni soportar el sufrimiento. Y si todo acaba con la muerte, ¿para qué esforzarse tanto en pos de un progreso social que, visto a escala cósmica, será tan efímero como la vida de cualquier individuo?
Una segunda objeción frecuente contra la escatología cristiana se basa en una falsa interpretación de nuestras experiencias del bien y del mal. Así se nos dice o insinúa que el bien es aburrido y el mal es divertido, o que el Cielo terminaría por hartarnos, convirtiéndose así en otro tipo de Infierno. O se nos dice o insinúa que el Cielo es un lugar de esclavitud, mientras que el Infierno sería un ámbito de libertad.
En esta objeción, que a menudo no se formula explícitamente, pero tiene una existencia soterrada en muchas expresiones de nuestra cultura, confluyen varios factores. Por eso mi respuesta tendrá cuatro momentos.
En primer lugar, haré una breve consideración teológica. Se puede ver aquí una manifestación de aquel que es “mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8,44). Este llamar bien al mal y mal al bien procede del Maligno.
En segundo lugar, subrayo que no se debe confundir la eternidad con un tiempo infinito. Según la clásica definición de Boecio, la eternidad es la posesión total y simultánea de una vida interminable. De por sí, sólo Dios es eterno. Pero Él, el Eterno, ha querido encarnarse en el tiempo para liberar y consumar el tiempo en su eternidad. El hombre, consciente o inconscientemente, anhela liberarse de la finitud que lo oprime y consumar su vida en la unión con el Ser perfectísimo. Durante su vida terrena el hombre puede vivir en unión con Dios, pero de un modo imperfecto, por causa de su finitud y de su pecado. Sólo en la eternidad podrá alcanzar la felicidad perfecta en la visión beatífica: la contemplación del rostro de Dios. Al parecer Descartes temía aburrirse en el Cielo después de algunos millones de años. Con certero sentido del humor, André Frossard comentó que a Descartes no se le ocurrió la “idea clara y distinta” de que, mucho antes de que él se aburriera de Dios, Dios podría aburrirse de él.
En tercer lugar, subrayo que el bien hace crecer a la persona en cuanto tal, mientras que el mal la hace decrecer. León Tolstoi comienza su novela Anna Karenina así: “Todas las familias felices se parecen entre sí; cada familia infeliz lo es a su manera”. Se trata de una frase impresionante; sin embargo me parece que estuvo mucho más cerca de la verdad Vladimir Nabokov, quien invirtió esa frase, diciendo: “Todas las familias infelices se parecen entre sí; cada familia feliz lo es a su manera". La verdadera alegría, la alegría cristiana, proviene de la santidad; y la santidad no masifica, sino que personaliza. Esto se puede apreciar contemplando la enorme variedad de tipos humanos que integran el santoral de la Iglesia. Todos los santos fueron muy felices, pese a sus sufrimientos; pero también fueron sumamente diferentes entre sí. Extrapolando esta ley al más allá, podemos comprender que el Cielo no disolverá nuestras respectivas personalidades, sino que las exaltará a la vez que hará plena nuestra unión con Dios y entre nosotros.
En cuarto y último lugar, enfatizo que el Cielo será un estado de plenitud, donde no nos faltará nada de lo realmente bueno. Siendo un niño pequeño, me preocupaba pensar que en el Cielo, por ser éste un lugar tan grande y lleno de gente, quizás no volvería a encontrarme con mis seres queridos. En realidad, no puede ser así. En el Cielo no sólo gozaremos de la perfecta alegría de la contemplación de Dios, sino también de la alegría de una perfecta sociedad de hermanos. Evidentemente esa sociedad incluye a nuestros seres queridos bienaventurados.
No quiero eludir el aspecto más difícil de esta cuestión, que se resume en esta pregunta: ¿Cómo podríamos ser felices en el Cielo si alguno de nuestros seres queridos se condenara eternamente? Santo Tomás de Aquino enseña que los bienaventurados se alegran por las penas infernales de los condenados, aunque no por las penas en sí mismas, sino en cuanto éstas manifiestan la justicia divina (cf. Suma Teológica, Suplemento, Cuestión 94, Artículo 3: Si los bienaventurados se alegran del castigo de los condenados). Aun aceptando esta doctrina tomista, podemos reconocer que la cuestión nos sigue resultando misteriosa. En un intento de respuesta complementaria a la de la Suma Teológica, traigo aquí a colación una frase de un pensador con quien discrepo mucho, pero que en este caso ofrece, a mi juicio, una pista válida. Dice Teilhard de Chardin que el Pleroma (es decir, la plenitud del Cielo) se pierde para el condenado, pero éste no se pierde para el Pleroma. No debemos dejarnos engañar por dilemas absurdos, como el de un personaje de ficción que prefiriera condenarse antes que separarse de su amante pecadora. Si esta última se ha condenado es porque no amó de verdad a nadie, ni siquiera a nuestro hipotético personaje. Y si éste elige el Infierno para estar con su amada, en ese mismo acto de elección deja de amar de verdad, también a aquella que fue su ser más querido. De modo que no tendría ninguna lógica una rebelión colectiva contra Dios, al estilo de un motín, como si se dijera: “Al Cielo entramos todos o no entra nadie”. No es culpa de Dios que alguien se condene. Y la verdadera solidaridad es incompatible con el egoísmo que conduce al Infierno. Tampoco tendría posibilidad alguna de éxito un intento de chantaje emocional contra Dios, como si alguien dijera: “O me dejan entrar al Cielo así como soy, en pecado mortal, o me voy al Infierno y así les arruino la fiesta, destruyendo la felicidad del Cielo”. La infinita felicidad del Cielo no depende de la decisión contingente de un ser finito. Nadie puede destruirla. Y esto es perfectamente justo.
La tercera y última objeción frecuente contra la escatología cristiana que analizaré es la afirmación de que Dios y el Infierno no pueden coexistir, puesto que Dios sería injusto y cruel si hubiera creado el Infierno.
A esta objeción respondo con la clásica respuesta cristiana al problema del mal. Dios no es el autor del mal. Él no lo causa, sino que lo permite, por razones que Él, por su infinita sabiduría, comprende mucho mejor que nosotros. Dios creó al mundo para el hombre y se ha complacido en crear al hombre a su imagen y semejanza. Por eso el hombre es un ser espiritual, inteligente y libre. A la vez que atrae constantemente al hombre al Sumo Bien, Dios respeta la libertad humana. Y la libertad es un arma de doble filo, por así decir. Ser libres es nuestra grandeza y nuestro riesgo. En nuestra posibilidad de elegir y hacer el mal hay una especie de necesidad metafísica. Para poder amar a Dios libremente es necesario que podamos aceptarlo o rechazarlo libremente; pero entonces también el pecado es para nosotros una posibilidad real. Dios podría haberla evitado negándonos la libertad, pero no ha querido crear robots, sino seres semejantes a Él, destinados a ser sus hijos, partícipes de su naturaleza divina. El Cielo no es un campo de concentración al que todos seremos llevados a la fuerza, queramos o no queramos. Por otra parte subrayo que Dios no sólo es misericordioso, sino también justo, y que, al condenar al Infierno a quienes lo han rechazado hasta el fin, Dios no comete ninguna injusticia, sino que manifiesta su justicia. No debemos imaginar que Dios rechaza a los condenados pese a que éstos se arrepienten en medio de las penas infernales. En el Infierno no hay verdadero arrepentimiento.
Daniel Iglesias Grèzes

Notas
11) Esta acusación es típica de los marxistas, que, siguiendo a Karl Marx, ven en la religión a un “opio de los pueblos”. Curiosamente, el gran escritor argentino Borges hace a los cristianos la acusación inversa: el amor de los cristianos a esta vida revelaría su falta de fe en la vida eterna. Véase: Jorge Luis Borges, El inmortal, en: El Aleph, Alianza Editorial, Madrid 1987, pp. 21-22. La respuesta a ambas acusaciones (la de Marx y la de Borges) es la misma: el “y” católico (al decir de Hans Urs von Balthasar). El cristiano no tiene que elegir entre el amor a los hombres y el amor a Dios, entre sus deberes civiles y sus deberes religiosos, entre el aprecio a su vida terrena y su fe en la vida eterna. En estos y otros temas semejantes, el cristiano no se encuentra en un dilema entre dos alternativas excluyentes: o lo uno o lo otro. En cambio, por su fe él aspira a ambas cosas: lo uno y lo otro; dentro de un orden en el que rige el primado de lo divino.
(Fuente: Daniel Iglesias Grèzes – www.razonesparanuestresperanza.com)

Solemnidad de la Inmaculada Concepción


La Inmaculada en el seno del adviento”
Esta fiesta de María, tan arraigada en la fe de nuestro pueblo cristiano, es importante saberla situar en el marco y la dinámica del Adviento, porque la Inmaculada es signo de esperanza, es ya realización de la promesa de salvación esperada durante siglos y prometida por Dios a los hombres, porque la Virgen no sólo encarna en su persona las esperanzas del pueblo de Israel, sino que ella mismo llevó en su seno al  autor de esa esperanza. Hoy contemplamos a María desde la fe.
La Palabra de Dios que se nos proclama y anuncia hoy como Buena Noticia nos quiere acercar a este misterio de María:
- En la 1ª lectura (del libro del Génesis) se alude a la mujer, María, que fue creada por Dios inmaculada, sin pecado, para que el mal no pudiera oscurecer ni mermar su capacidad de amar como madre del Mesías Salvador. El hombre llamó a su mujer “Eva” por ser la madre de los vivientes;
Dios llamó a María “Ave” para ser la madre de los creyentes.
- Dios eligió a María, desde el momento de su concepción, para que fuese santa e irreprochable ante Él por el amor. Y María respondió fielmente a los planes de Dios con entrega generosa (2ª lectura tomada de la segunda carta de san Pedro). También Dios realiza obras grandes y maravillosas en cada uno de nosotros.
- María es la llena de gracia (evangelio). Es pura, hermosa virgen. Está llena de los dones del Creador, refleja la bondad, la belleza, la ternura, la generosidad, el espíritu de entrega por el bien de todos, el amor más profundo y gozoso... Se ensalza y se canta así la “belleza espiritual”. María es la maravilla que ha hecho Dios porque la ha elegido para ser su Madre y Madre de todos los creyentes, especialmente de los que sufren y de los que esperan.
En el alma de María, la Virgen, ocurre el misterio indecible del amor de Dios a su criatura preferida. En el seno virginal de María ocurre el misterio inefable de la Encarnación. En el corazón de María, la Virgen Madre, ocurre el misterio sublime de amor de esta madre con su Hijo divino.
La fiesta de la Inmaculada Concepción de María es un canto admirativo a la belleza y a la perfección humana. Es, sobre todo, un canto agradecido al amor misericordioso de Dios. Él ha querido empeñarse con el hombre en la lucha contra el mal que lo oprime y esclaviza. Así, el misterio de la Inmaculada es el principio de toda una historia de salvación.
Por eso María es “esperanza nuestra”. Por eso María es el mejor icono de Adviento. Por eso
María nos contagia de optimismo y alegría. Ya nunca tendremos razón para la desesperanza.
Ojala que cada uno de nosotros pongamos en marcha todo el amor de nuestro corazón hacia la Virgen Inmaculada
y ahí tendremos una fuerza admirable para renovar nuestra fe.

(Fuente: diócesis de Teruel. Org)

sábado, 3 de diciembre de 2011

Ya hemos transcurrido la primera semana del tiempo litúrgico de Adviento, es oportuno enriquecernos con el pensamiento de los santos padres de la Iglesia, que con su característica claridad nos dan elementos para profundizar en la meditación. Durante esta semana presentaremos algunos de ellos. Aquí va el primero.

 De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo
(Sermón 45, 9. 22. 26. 28: PG 36, 634-63s. 654. 658-659. 662)
¡Qué admirable intercambio!
El Hijo de Dios en persona, aquel que existe desde toda la eternidad, aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo, principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, palabra y pensamiento del Padre, él mismo viene en ayuda de la criatura, que es su imagen: por amor del hombre se hace hombre, por amor a mi alma se une a un alma intelectual, para purificar a aquellos a quienes se ha hecho semejante, asumiendo todo lo humano, excepto el pecado. Fue concebido en el seno de la Virgen, previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu (ya que convenía honrar el hecho de la generación, destacando al mismo tiempo la preeminencia de la virginidad); y así, siendo Dios, nació con la naturaleza humana que había asumido, y unió en su persona dos cosas entre sí contrarias, a saber, la carne y el espíritu, de las cuales una confirió la divinidad, otra la recibió.
Enriquece a los demás, haciéndose pobre él mismo, ya que acepta la pobreza de mi condición humana para que yo pueda conseguir las riquezas de su divinidad.
Él, que posee en todo la plenitud, se anonada a sí mismo, ya que, por un tiempo, se priva de su gloria, para que yo pueda ser partícipe de su plenitud.
¿Qué son estas riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio en favor mío? Yo recibí la imagen divina, mas no supe conservarla. Ahora él asume mi condición humana, para salvar aquella imagen y dar la inmortalidad a esta condición mía; establece con nosotros un segundo consorcio mucho más admirable que el primero.
Convenía que la naturaleza humana fuera santificada mediante la asunción de esta humanidad por Dios; así, superado el tirano por una fuerza superior, el mismo Dios nos concedería de nuevo la liberación y nos llamaría a sí por mediación del Hijo. Todo ello para gloria del Padre, a la cual vemos que subordina siempre el Hijo toda su actuación.
El buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió en busca de la oveja descarriada, por los montes y collados donde sacrificábamos a los ídolos; halló a la oveja descarriada y, una vez hallada, la tomó sobre sus hombros, los mismos que cargaron con la cruz, y la condujo así a la vida celestial.
A aquella primera lámpara, que fue el Precursor, sigue esta luz clarísima; a la voz, sigue la Palabra; al amigo del esposo, el esposo mismo, que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto, predisponiéndolo para el Espíritu con la previa purificación del agua.
Fue necesario que Dios se hiciera hombre y muriera, para que nosotros tuviéramos vida. Hemos muerto con él, para ser purificados; hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; hemos sido glorificados con él, porque con él hemos resucitado.
(Fuente: encuentra.com)


viernes, 2 de diciembre de 2011

CELEBREMOS EL ADVIENTO HOY

 Un poco de historia
 En el siglo IV de nuestra era los cristianos comenzaron a celebrar la venida del Señor entre los hombres. Era una celebración nueva, en esa época, pues antes de ella sólo se celebraba el día de Cristo, la Pascua del Señor, no sólo el día anual de la Pascua sino cada domingo. Surge la fiesta de la Navidad para celebrar el aniversario de la venida del Señor y también como ocasión para combatir las fiestas paganas -que se celebran el 25 de Diciembre en Roma y para los egipcios el 6 de Enero- proclamando la fe de la Iglesia en la Encarnación y Nacimiento del Verbo.
 Fijada la celebración del Nacimiento del Señor, ésta se va preparando durante un tiempo. Esta costumbre tuvo su origen en Francia y España; y en el siglo VII, aproximadamente, se extiende a Roma naciendo así este tiempo litúrgico, que hoy llamamos Adviento.
 Ya en los primeros datos sobre el Adviento se descubre un carácter escatológico a la vez del carácter de preparación a la Navidad, lo cual ha llevado a la discusión sobre el sentido originario del Adviento. En estas discusiones unos han optado por la tesis del adviento orientado a la Navidad, mientras otros optaron la tesis de preparación a la venida escatológica.
 SENTIDO Y ESTRUCTURA DEL ADVIENTO
 La celebración del Adviento dura cuatro semanas que están divididas en dos etapas. Durante este tiempo se prepara la Venida del Señor contemplada en dos aspectos: la Venida escatológica y la venida histórica.
 La primera etapa empieza el primer domingo de Adviento y termina el día 16 de diciembre. En esta etapa la Venida del Señor es contemplada en sus dos dimensiones, los creyentes son invitados a prepararse para salir al encuentro del Señor y recibirlo en la existencia concreta.
 La segunda etapa pone la atención en la venida histórica del Señor, es como una "Semana Santa" que prepara la Navidad.
 De lo señalado hasta el momento se puede inducir cuál es el sentido del Adviento, lo más importante es que se trata de la Venida del Señor, el Señor vendrá y por eso hay que estar preparado; no de cualquier manera se puede recibir al Señor, es necesaria una preparación previa. Esta preparación es la conversión del corazón acompañada del gozo y la alegría, la esperanza y la oración. El tiempo del Adviento es el tiempo de la esperanza, de poner en ejercicio esta virtud que con la fe y el amor constituyen la trama de la vida espiritual.
 El Adviento difiere de la Cuaresma, pues no es directamente penitencial, sería un error pensar en el Adviento como una Cuaresma que antecede a la Navidad.
 Las lecturas de este tiempo nos orientan en las dos dimensiones de la Venida del Señor ya señaladas, en la primera lectura se escucha a los profetas mesiánicos, especialmente Isaías, anunciando al Salvador y los tiempos nuevos y definitivos; en el Evangelio se oyen exhortaciones del Señor a la vigilancia y textos del Evangelio de la infancia.
 Este sentido de espera de lo definitivo se expresa en la liturgia mediante la supresión de los símbolos festivos, falta algo para la fiesta completa que sólo tendrá el culmen de la alegría cuando el Señor esté con su pueblo.
 PERSONAJES DEL ADVIENTO
 El tiempo del Adviento nos presenta tres personajes que nos ayudan a preparamos para las fiestas navideñas.
 Isaías es el profeta del Adviento. En sus palabras resuena el eco de la gran esperanza que confortará al pueblo elegido en tiempos difíciles y trascendentales, en su actitud y sus palabras se manifiesta la espera, la venida del Rey Mesías. Él anuncia una esperanza para todos los tiempos. En nuestro tiempo conviene mirar la figura de Isaías y escuchar su mensaje que nos dice que no todo está perdido, porque el Dios Fiel en quien creemos no abandona nunca a su pueblo, sino por el contrario, le da la salvación.
 Juan Bautista, el Precursor, es otro de los personajes del Adviento; él en su persona y sus palabras nos resume toda la historia anterior, él prepara los caminos del Señor, nos invita a la conversión, anuncia la salvación, señala a Cristo entre los hombres. Las palabras de invitación a la penitencia de Juan el Bautista cobran una gran actualidad hoy, su invitación es importantísima; para recibir al Señor hay que cambiar nuestra mentalidad engendradora de malas acciones, para encontrarnos con Él después de nuestro cambio interior.
 María, la Madre del Señor es el tercer personaje del Adviento. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo. María espera al Señor cooperando en la obra redentora. El Adviento es el mes litúrgico mariano, en este tiempo María aparece en los textos bíblicos, sobre todo en la última semana. Su actitud de confianza y esperanza activa es un modelo a seguir.
 ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO
 Durante el tiempo del Adviento la liturgia pone a nuestra consideración al Dios - Amor que se hace presente en la historia de los hombres, Dios que salva al género humano por medio de Jesús de Nazaret en quien el Padre se revela.
 El Adviento nos debe hacer crecer en nuestra convicción de que Dios nos ama y nos quiere salvar, y debe acrecentar nuestro amor agradecido a Dios.
 Adviento es el tiempo litúrgico de dimensión escatológica, el tiempo que nos recuerda que la vida del cristiano no termina acá, sino que Dios nos ha destinado a la eternidad, a la salvación; en este proyecto la historia es el lugar de las promesas de Dios.
 Dios anuncia y cumple sus promesas en nuestra historia. Adviento es el tiempo en que celebramos la dimensión escatológica de nuestra fe, pues nos presenta el plan divino de salvación con elementos ya realizados en Cristo y con otros elementos de plenitud que aún esperamos se cumplan.
 Esta esperanza escatológica supone una actitud de vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensamos. La vigilancia requiere la fidelidad, la espera ansiosa y también el sacrificio; la actitud radical del cristiano ante el retorno del Señor es el grito interior de: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!.
 Esperar en el Señor supone estar convencido que sólo de Él viene la salvación, sólo Él puede liberarnos de nuestra miseria, de esa miseria que nos esclaviza e impide crecer; el tiempo de Adviento nos recuerda que se acerca el Salvador por eso la esperanza va unida a la alegría, el gozo y la confianza.
 Adviento es también, el tiempo del compromiso terreno; la invitación del Bautista a preparar los caminos del Señor nos presenta como ideal una espera activa y eficaz. No se espera al Señor que vendrá con los brazos cruzados sino en actividad, en el esfuerzo por contribuir a construir un mundo mejor, más justo, más pacífico donde se viva la fraternidad y la solidaridad. La espera del cielo nuevo y tierra nueva nos impulsa a esta acción transformante de nuestro mundo, pues así éste va madurando y preparándose positivamente para la transformación definitiva al final de los tiempos.
 La espera escatológica definitiva al final de los tiempos no es una invitación a la ausencia del compromiso con la sociedad terrena sino un estímulo a prepararla para esa transformación.
 El Adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y división nos revela su falta de preparación para recibir al Señor. Los creyentes hemos de preparar el mundo, madurarlo para venida del Señor.
 PASTORAL DE LA CELEBRACIÓN
 La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya una realidad, Cristo está presente en la Iglesia y en el mundo y esa presencia se prolongará ¿por qué, entonces, esperar su venida?
 Cristo está presente pero su presencia no es aún total ni definitiva, el Adviento nos sitúa en lo realizado en la encarnación y lo que queda por realizar de la plenitud escatológico, en el "ya", pero "todavía no".
 Hay muchos hombres que aún no han reconocido a Jesucristo, el mundo no está plenamente reconciliado con el Padre aunque sí en germen, es preciso, entonces, seguir anunciando la venida plena del Señor hasta la reconciliación plena de Dios con los hombres al final de los tiempos; hemos de pedir que venga a nosotros el reino del Señor.
 También en nuestra vida personal Cristo no se ha posesionado totalmente de nosotros porque nosotros muchas veces lo hemos impedido. En nuestra vida personal hemos de seguir esperando la venida del Señor. En la Navidad, en cada misa, en el hoy de cada celebración eucarística se actualizan el acontecimiento histórico de la venida del Señor y su futura Parusía; de allí la importancia de la celebración litúrgica en todo tiempo y también en Adviento.
 Por eso queremos ofrecer algunas sugerencias para la celebración que ayuden a captar en mayor profundidad el sentido y la espiritualidad del Adviento.
 La ambientación del lugar de la celebración debe ayudar a los fieles a darse cuenta que empieza una nueva etapa dentro de la liturgia dominical, la etapa de la espera. Un primer elemento es el tono morado de los ornamentos, junto con la ausencia de flores en el altar, así resaltará más la alegría festiva de la Navidad con los ornamentos blancos y los arreglos florales. No se han de colocar flores, pero sí sería oportuno colocar algunas plantas de interior en el presbiterio. Puede ser muy expresivo, también, una pancarta en un lugar visible del templo, en el atrio y dentro de la iglesia con frases como: "Ven, Señor Jesús', 'Esperamos tu venida', 'Preparemos los caminos del Señor", etc.
 La música sólo debería usarse para acompañar los cantos y si en algún caso se tocara música instrumental que sea creadora de un ambiente de serenidad. Antes y después de las celebraciones convendría una ambientación musical con cantos gregorianos de Adviento o música de órgano que mantengan el ambiente discreto y recogido.
 También sería conveniente potenciar el tiempo de Adviento como tiempo mariano, en el espíritu de la exhortación “Marialis Cultus”. Ayudaría mucho colocar una imagen de la Virgen con el Niño ya que así se evoca la venida. En el rito de entrada sería conveniente encender progresivamente cada domingo las velas de la corona de Adviento sea en el momento en que habitualmente se encienden los cirios o cuando el sacerdote ha llegado al altar y se sigue cantando el canto de entrada o en el silencio posterior al saludo.
 El cirio puede ser encendido cada semana por diferentes personas, por ejemplo: un niño, una familia, una religiosa, el presidente de la celebración. Hay que cuidar también en este tiempo el canto de entrada, el cual deberá crear el ambiente de la celebración, cantos como: 'Ven, Señor no tardes', "Cielos, lloved vuestra justicia", 'Esperando al Mesías' pueden ser muy oportunos. Este canto es preferible repetirlo los cuatro domingos en vez de cambiarlo perdiendo el sentido creador de atmósfera.
 En la liturgia de la Palabra convendría remarcar el primer domingo de Adviento el inicio de un nuevo ciclo de lecturas, para lo cual, aparte de una monición presidencial, puede ayudar la actualización del rito de inauguración del lugar de la Palabra dentro de la Dedicación de una iglesia. El ministro que acompaña al presidente de la celebración o él mismo, lleva el leccionario durante la procesión de entrada y al llegar lo deja sobre el altar, antes de besarlo. Terminada la oración colecta, el presidente va al altar, toma el leccionario y lo lleva al ambón, allí muestra el leccionario al pueblo y dice éstas o palabras semejantes: "iniciamos hoy, como cada año en este domingo, un ciclo de lecturas bíblicas (el Evangelio de... ). Que la Palabra de Dios halle eco en nosotros, cada domingo, para que conozcamos mejor el misterio de Jesús y para que se realice en nosotros la salvación que Dios quiere para todos los hombres".
 Luego deja el libro abierto sobre el ambón, va a su sitio y el lector proclama la lectura. El salmo responsorial deberá cantarse, en lo posible, o al menos aprender antífonas propias o apropiadas. El Aleluya debería cantarse los domingos y mejor omitirse los días feriales. Sería también oportuno cantar los cuatro domingos una misma respuesta para la oración de los fieles, la cual podría ser: "Ven, Señor Jesús", "Ven, Señor no tardes más", "Venga a nosotros tu reino". etc.
 En la liturgia eucarística sería conveniente hacer en silencio la presentación de los dones o con una melodía suave, en todo caso, mejor sin canto, para resaltar el carácter austero del tiempo y permitir la meditación de los fieles. Sí, por el contrario, convendría cantar la aclamación primera después de la consagración ya que expresa mejor el ansia por la venida del Señor. También conviene en este tiempo que como prolongación de la austeridad en la celebración eucarística se viva una austeridad en la disposición y arreglo del lugar de la Reserva Eucarística.
 VIVAMOS EL "ADVIENTO”... DEL SEÑOR QUE LLEGA
 INVOCACIÓN. Adviento o "advenimiento" son palabras que significan tiempo y actitud de espera... con llegada. Por su fuerza intensiva, no las aplicamos al acontecer rutinario en el que los hombres nos hallamos inmersos, acaso sin emoción y sobresalto... Las reservamos para hablar de acontecimientos altamente deseados y esperados (si reportan bienes) o pavorosamente temidos, si traen consigo males... Advenimiento altamente deseado y esperado es, para una joven, el día de su desposorio; para una esposa, el de su maternidad; y para un pueblo en guerra, el de su paz. Y advenimiento intensamente temido es, para una familia, el zarpazo de la crisis en sus relaciones hogareñas; y para una economía modesta, la pérdida del puesto de trabajo que garantizaba el pan. ...Invoquemos muchas veces este tipo de "advientos" que salpican de gracia o dolor nuestras vidas, y aprenderemos a valorar otros igualmente fuertes
 EXPECTACIÓN. ¡Feliz el hombre que sabe vivir en constante "adviento"! .... Si consideramos atentamente las cosas, los avatares de cada día nos obligan a vivir siempre expectantes, pues, queramos o no, transitamos, de la mañana a la noche, por caminos siempre inacabados... , siempre abiertos a la sorpresa ... Nos hacemos y rehacemos a golpe de sorpresas y esperanzas, sobre todo de sorpresas gratas y de esperanzas fundadas .... ¿No es verdad que, si bien con frecuencia soportamos días grises, y con lágrimas, damos primacía a los advenimientos alegres que muestran el rostro positivo de las cosas...? Del "adviento humano", venturoso, podríamos decir que es tiempo de esperanza firme y de preparación robusta para dar alcance a presas arduas: a un amor difícil, a una amistad profunda, a una actitud solidaria, a una mesa compartid ..
 EXPECTACIÓN RELIGIOSA. ¡Feliz el hombre cuyos "advientos humanos" colman sus esperanzas! Pero más feliz todavía aquel cuyos advientos tienen auras de "religiosidad”..... Miremos al hombre que es creyente. Su adviento, por ser religioso (pues habla de advenimiento de Dios, o de los dioses), es el más bello y sublime que cabe en la escala de las "esperanzas"... Con razón todas las religiones, primitivas o evolucionadas, celebraron su peculiar adviento una y otra vez. A todas les gusta revivir con cierta expectación solemne la cercanía de su Dios (o de sus dioses)... ¡Cómo "suspiramos" todos los mortales por que "advenga" a nuestra vida un Ser Divino de rostro amigable y protector ...
 ADVIENTO JUDEO-CRISTIANO Y EXPECTACIÓN SUPREMA.
Todas las religiones celebran su Adviento.... Pero, entre todos los Advientos celebrados, el que proclaman el judaísmo y el cristianismo ofrece singularidades extraordinarias, al calor de una fe que se alimenta en la Palabra y el Amor desbordante de un Dios que es padre del pueblo elegido...
 En la tradición judía, YAVÉ, Dios único y creador, se convierte en providencia amorosa y luz que alumbra toda la historia del pueblo elegido a través de Alianzas de fidelidad, Leyes de vida y culto, y Promesas de gracia que recorren los libros del Antiguo Testamento.... Entre esas Promesas, el ventanal del Adviento se abre con un compromiso sagrado y una exigencia: compromiso divino de que Yahvé enviará a Israel un MESÍAS LIBERADOR...; y exigencia al pueblo de que viva a la espera del Mesías, en prolongado Adviento, sin desfallecer.... ¿No es hermosa esta de Israel, pueblo llamado a vivir en permanente Adviento, porque el MESÍAS prometido llegará...? ¡Hermosura es la promesa!
 En la tradición cristiana, las cosas cambiaron. Nosotros, iluminados por la gracia del Nuevo Testamento, confesamos en Adviento y Navidad que Jesús de Nazaret es el MESÍAS ESPERADO DE ISRAEL y lo adoramos como a tal ... Por eso hacemos un Adviento jubiloso que colma toda expectación..! Nosotros creemos que Jesús es el Hijo del Padre, y que el Padre, por amor, nos le envió a compartir con nosotros la tienda de la vida, haciéndose Niño en las entrañas de la virgen María.... En la fe, aceptamos que el Mesías anunciado, Dios Hijo, ya se vistió de nuestra naturaleza y se hizo apto para sentir, imaginar, amar, sufrir, reír, llorar... como nosotros..... Gocémonos en ello.
 ¡Adviento! ¡Adviento! ... ¡Seas para nosotros esperanza, acogida y escucha del mensaje del Mesías que viene a transformar el mundo por el Amor...! ¡Ven, Señor, no tardes!
(Fuente: Mercabá.org)


jueves, 1 de diciembre de 2011

Intenciones del Santo Padre para el mes de diciembre

Intención General: Para que todos los pueblos de la tierra, a través del conocimiento y el respeto recíproco, crezcan en la concordia y la paz.
Intención Misionera: Para que los niños y jóvenes sean mensajeros del Evangelio y para que su dignidad sea siempre respetada y preservada de toda violencia y explotación.

martes, 22 de noviembre de 2011

¡Que no te tome de sorpresa!

¡Que no te tome de sorpresa! El adviento es un tiempo litúrgico de preparación. ¿A qué? Entérate, puede serte de utilidad, ¿o quizás te sorprenda?. Lo que sigue es sencillo, cuéntame si te fue útil.

Significado del Adviento: Al celebrar la Iglesia el Adviento, te invita a meditar en la venida del Señor. Esta venida se nos presenta en tres dimensiones:

·                 Adviento Histórico. Es la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación, abarca todo el Antiguo Testamento. Escuchar en las lecturas a los Profetas, nos deja una enseñanza importante para preparar los corazones a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es identificarse con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada del Mesías y la liberación que esperaban de él.

·                 Adviento Místico. Es la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor. Es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la comunidad humana, como sociedad, a aceptar la salvación que viene del Señor. Jesús es el Señor que viene constantemente al hombre. Es necesario que el hombre se percate de esta realidad, para estar con el corazón abierto, listo para que entre el Señor. El Adviento, entendido así, es de suma actualidad e importancia.

·                 Adviento Escatológico. Es la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con temor y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador.

Esta celebración manifiesta cómo todo el tiempo gira alrededor de Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre; Cristo el Señor del tiempo y de la Historia.

Esquema del adviento:   Inicia con las vísperas del domingo más cercano al 30 de Noviembre y termina antes de las vísperas de la Navidad. Los domingos de este tiempo se llaman 1°, 2°, 3° y 4° de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de la Navidad.

El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, que simboliza austeridad y penitencia. Son cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:

(Fuente: rosario.org)

miércoles, 16 de noviembre de 2011

DOMINGO 20: SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

El próximo domingo celebraremos la esta solemnidad con la que en la Iglesia cerramos el año litúrgico para dar comienzo, el domingo 27,  al tiempo de Adviento. Resulta oportuno preparar la festividad conociendo algo de la misma. Aquí te acerco un material que podrá servirte con ese fin.

La fiesta de Cristo Rey fue instituida en 1925 por el papa Pío XI, que la fijó en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos. La Iglesia, ciertamente, no había esperado dicha fecha para celebrar el soberano señorío de Cristo: Epifanía, Pascua, Ascensión, son también fiestas de Cristo Rey. Si Pío XI estableció esa fiesta, fue como él mismo dijo explícitamente en la encíclica "Quas primas", con una finalidad de pedagogía espiritual. Ante los avances del ateísmo y de la secularización de la sociedad quería afirmar la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres y las instituciones. Ciertos textos del oficio dejan entrever un último sueño de cristiandad.

En 1970 se quiso destacar más el carácter cósmico y escatológico del reinado de Cristo. La fiesta se convirtió en la de Cristo "Rey del Universo" y se fijó en el último domingo del tiempo llamado “durante el año”. Con ella apunta ya el tiempo de adviento en la perspectiva de la venida gloriosa del Señor.

La transformación de la segunda parte de la colecta revela claramente el cambio introducido en el tema de la fiesta. La oración de 1925 pedía a Dios "que todos los pueblos disgregados por la herida del pecado, se sometan al suavísimo imperio" del reino de Cristo. El texto modificado pide a Dios "que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin".

Cristo, piedra angular.

El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, hemos ido recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios que componen el único misterio de Cristo: desde el anuncio de su venida (Adviento), hasta su muerte y resurrección (Ciclo Pascual), pasando por su nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) y la cadencia semanal del domingo. Con cada uno de ellos, hemos ido construyendo un arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de la solemnidad de Cristo – Rey del Universo, es decir, de Cristo – Glorioso que es el centro de la creación, de la historia y del mundo. “Todos perciben en sus almas una alegría inmensa, al considerar la santa Humanidad de Nuestro Señor: un Rey con corazón de carne, como el nuestro; que es autor del universo y de cada una de las criaturas, y que no se impone dominando: mendiga un poco de amor, mostrándonos, en silencio, sus manos llagadas”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

Pío XI, al establecer esta fiesta, quiso centrar la atención de todos en la imagen de Cristo, Rey divino, tal como la representaba la primitiva Iglesia, sentado a la derecha del Padre en el ábside de las basílicas cristianas, aparece rodeado de gloria y majestad. La cruz nos indica que de ella arranca la grandeza imponente de Jesucristo, Rey de vivos y de muertos. (P. Morales, I. L.)

La Iglesia anuncia hoy alborozada que “el Cordero degollado”, al entregar su vida “en el altar de la Cruz”, reconquistó con su sangre preciosa toda la creación y se la entregó a su Padre, aunque sólo al final de los tiempos esa “entrega” será plena y definitiva. Al anunciar y celebrar hoy el triunfo de Cristo, nos llenamos de alegría y esperanza, sabiendo que Él nos llevará a su reino eterno, si ahora damos de comer al hambriento, y de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos (Evangelio.)

“Yo soy Rey”

Esta fue la respuesta rotunda de Jesús a Pilato. Aunque la respuesta completa fue ésta: “Pero mi reino no es de aquí”.
Pero si el reino de Jesucristo no es de este mundo, se inicia y realiza germinalmente ya en este mundo. Es verdad que sólo al final de los tiempos y tras el juicio final alcanzará su plenitud definitiva, pues sólo entonces triunfará definitivamente del demonio, el pecado, el dolor y la muerte.
Pero ya ahora, “el reino instaurado por Jesucristo actúa como fermento y signo de salvación para construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario, inspirado en los valores evangélicos de la esperanza y de la bienaventuranza, a la que todos estamos llamados” (JUAN PABLO II) Los santos –únicos que se han tomado en serio su reinado- han sido grandes sembradores de comprensión, justicia, amor y la paz siempre y en todas partes. ¡Pobre tierra esta nuestra sin su acción y la de los demás seguidores de Jesús!. A pesar de sus debilidades y pecados.
“Jesucristo es Rey que hace reyes a sus seguidores coronándolos en el cielo.” (San Buenaventura)
La historia de los mártires de Cristo Rey se ha reproducido siempre que el amor de Dios se apodera de un alma

Oposición al Señor.

¿Por qué, entonces, tantos se oponen al reino de Jesucristo? Porque es evidente que son muchos los políticos, escritores, artistas, creadores de opinión, detentadores del dinero y del poder, gente de a pie, que gritan –con el más cruel y eficaz de los lenguajes: el de las obras- “¡No queremos que Él reine sobre nosotros!”. Ese es el grito que se esconde tras tantos diseños de la familia, de la educación, de la moda, de la cultura, de la sociedad actual (cf. San JOSEMARIA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 179). Cierto que es un grito que no pocas veces es un eco del “no saben lo que hacen”. Pero no por eso menos real y doloroso.
Nosotros hemos de empeñarnos en lo contrario. Dejarle reinar en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad, corazón, cuerpo, familia. Y hacer que reine en nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y gente que se cruce en nuestro caminar. (José Antonio Abad, Comentarios Litúrgicos, Rev. Palabra)
Cristo
Viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”. No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey. (C.I.C 436)
Como Hijo de Dios, le correspondía por naturaleza un absoluto dominio sobre todas las cosas salidas de sus manos creadoras. “Todas han sido creadas por y en Él. En el cielo y en la tierra, todas las cosas subsisten por Él, las visibles y las invisibles”. Pero además es Rey nuestro por derecho de conquista. Él nos rescató del pecado, de la muerte eterna.

Cristo reina ya mediante la Iglesia
“Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos” (Rm 14,9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos, y en la tierra. Él está “por encima de todo principado, Potestad, Virtud, Dominación” porque el Padre “bajo sus pies sometió todas las cosas”. (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24.27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1,10), su cumplimiento trascendente. (C.I.C 668)

Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf Ef 4, 11-13). (C.I.C 669)

Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. “Adquirió” este derecho por la Cruz.

Profundicemos llenos de agradecimiento, como aquellos colosenses a quienes Pablo dirige su carta, en el misterio de amor que es para nosotros Cristo Rey redimiéndonos: “Demos gracias a Dios Padre, que nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo dignos de la herencia de los santos en la luz, introduciéndonos en el Reino del Hijo de su amor, en el cual tenemos redención por su sangre, perdón de los pecados”. (Col. 1. 12)
Él se ofreció en la cruz, como hostia inmaculada pacífica para que todos los hombres se sujetasen a su dominio. Y así poder entregar al Padre ese Reino eterno y universal formado con las almas que con Él y en Él se salvan siempre. Reino de verdad y de vida, Reino de Santidad y gracia, Reino de justicia, amor y paz.

“El Señor me ha empujado a repetir, desde hace mucho tiempo, un grito callado: serviré. Que El nos aumente esos afanes de entrega, de fidelidad, a su divina llamada –con naturalidad, sin aparato, sin ruido-, en medio de la calle. Démosle gracias desde el fondo del corazón. Dirijámosle una oración de súbditos, ¡de hijos!, y la lengua y el paladar se nos llenaran de leche y de miel, nos sabrá a panal tratar del reino de Dios, que es un Reino de libertad, de la libertad que El nos ganó”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

 (Fuente: rosario.org.mx)

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