lunes, 13 de junio de 2011

Ecos de Pentecostés



Jesucristo, el Hijo de Dios, fue crucificado, murió sobre la cruz, descendió a los infiernos, ha resucitado y, después de su resurrección, se les apareció a sus discípulos muchas veces. Al fin, después de haberlos bendecido, ascendió al cielo. Al dejar a los apóstoles, Cristo les ordenó: “Permaneced en Jerusalén hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto” (Lc 24,49b). Y “...estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido, la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua” (Hch 2,1-6) 
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)

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