Mensaje
del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires,
para la Cuaresma 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Uno de
los peligros más grandes que nos acechan es el
"acostumbramiento". Nos vamos acostumbrando tanto a la vida y a
todo lo que hay en ella que ya nada nos asombra; ni lo bueno para dar
gracias, ni lo malo para entristecernos verdaderamente. Me causó asombro y
perplejidad preguntarle a un conocido como estaba y que me respondiera:
"mal pero acostumbrado".
Nos
acostumbramos a levantarnos cada día como si no pudiera ser de otra manera,
nos acostumbramos a la violencia como algo infaltable en las noticias, nos
acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de la miseria caminando por
las calles de nuestra ciudad, nos acostumbramos a la tracción a sangre de
los chicos y las mujeres en las noches del centro cargando lo que otros
tiran. Nos acostumbramos a vivir en una ciudad paganizada en la que los
chicos no salen a rezar ni hacerse la señal de la cruz.
El
acostumbramiento nos anestesia el corazón, no hay capacidad para ese asombro
que nos renueva en la esperanza, no hay lugar para el reconocimiento del
mal y poder para luchar contra él.
Por
otra parte suele suceder que sobrevienen momentos tan fuertes que, como un
shock, nos sacan del acostumbramiento malsano y nos ponen en la brecha de
la realidad que siempre nos desafía a un poco más: por ejemplo, cuando
perdimos a alguien algo muy querido solemos valorar y agradecer lo que
tenemos y que, hasta un momento antes, no lo habíamos valorado lo
suficiente. En el camino de la vida del discípulo la Cuaresma se presenta
como ese momento fuerte, ese punto de inflexión para sacar el corazón de la
rutina y de la pereza del acostumbramiento.
Cuaresma,
que para ser auténtica y dar sus frutos, lejos de ser un tiempo de
cumpli-miento es tiempo de conversión, de volver a las raíces de nuestra
vida en Dios. Conversión que brota de la acción de gracias por todo lo que
Dios nos ha regalado, por todo lo que obra y seguirá obrando en el mundo,
en la historia y en nuestra vida personal.
Acción
de gracias, como la de María, que a pesar de los sinsabores por los que
tuvo que pasar, no se quedó en la mirada derrotista sino supo cantar a las
grandezas de Señor.
La
acción de gracias y la conversión caminan juntas. "Conviértanse porque
el Reino de Dios está cerca" proclamaba Jesús al inicio de su vida
pública. Sólo la belleza y la gratuidad del Reino enamoran el corazón y lo
mueven verdaderamente al cambio. Acción de gracias y
conversión como la de todos los que recibieron gratuitamente de manos de Jesús
la salud, el perdón y la vida.
Jesús
al enviar a sus discípulos a anunciar ese Reino les dice: "den
también gratuitamente". El Señor quiere que su Reino se propague
mediante gestos de amor gratuito. Así los hombres reconocieron a los
primeros cristianos portadores de un mensaje que los desbordaba. "Recibieron
gratuitamente, den también gratuitamente". Quisiera que estas
palabras del Evangelio se graben de un modo muy fuerte en nuestro corazón
cuaresmal. La Iglesia
crece por atracción, por testimonio, no por proselitismo.
Nuestra
conversión cristiana ha de ser una respuesta agradecida al maravilloso
misterio del amor de Dios que obra a través de la muerte y resurrección de
su Hijo y se nos hace presente en cada nacimiento a la vida de la fe, en
cada perdón que nos renueva y sana, en cada Eucaristía que siembra en
nosotros los mismos sentimientos de Cristo.
En la
cuaresma, por la conversión, volvemos a las raíces de la fe al contemplar
el don sin medida de la
Redención, y nos damos cuenta que todo nos fue dado por
iniciativa gratuita de nuestro Dios. La fe es don de Dios que no puede no
llevarnos a la acción de gracias y dar su fruto en el amor.
El
amor hace común todo lo que tiene, se revela en la comunicación. No hay fe
verdadera que no se manifieste en el amor, y el amor no es cristiano si no
es generoso y concreto. Un amor decididamente generoso es un signo y una
invitación a la fe. Cuando nos hacemos cargo de las necesidades de nuestros
hermanos, como lo hizo el buen samaritano, estamos anunciando y haciendo
presente el Reino.
Acción
de gracias, conversión, fe, amor generoso, misión son
palabras claves para rezar en este tiempo, al mismo tiempo que vamos
encarnándolas a través del Gesto Solidario Cuaresmal que tanto ha edificado
durante estos últimos años a nuestra Iglesia porteña. Les deseo una santa
Cuaresma. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los
cuide. Y, por favor, les pido que recen por mí.
Fraternalmente,
Card. Jorge Mario Bergoglio SJ,
arzobispo de Buenos Aires
Buenos Aires, 22 de febrero de 2012, Miércoles de Ceniza
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario es útil para ayudar a discernir lo bueno de lo que no lo es.