lunes, 5 de marzo de 2012

Oración de una enferma de Alzheimer.

He decidido incluir el texto que sigue, considerando que puede ser de mucho bien para alguien que padeciendo la enfermedad, se sienta abatido o abatida y sin respuesta de su entorno. 

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce…. Mientras estaban comiendo tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y dándoselo a los discípulos dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo… y cantados los himnos salieron hacia el monte de los Olivos” Mt 26, 20-3

 Sé que disfrutaste con la familia y los amigos, Jesús. Tuviste una entrada triunfal en Jerusalén y te reuniste con tus íntimos amigos para celebrar la Pascua. Gozaste de la comida, del vino, de la conversación y del canto. Tus amigos no eran conscientes de que tu ministerio llegaba a su fin. No se dieron cuenta de la sombra de Judas. En mi vida también hay una sombra que no realizan los otros y te la voy a contar.

Estoy desapareciendo. Padezco la enfermedad de Alzheimer. ¿Cuándo sabré que mi trabajo ha terminado? ¿Quedaré satisfecha? Mi sombra es una conciencia que se oscurece. Ya no puedo hacer muchas de las cosas que me satisfacían. No trabajo, no coso, no lavo la ropa, no limpio, ni siquiera compro las cosas que necesitamos. Díme Jesús: ¿qué quieres que haga con mi vida? Aunque te lo pregunto, mi espíritu me dice que el sentido de mi vida no cambia nunca. Supone vivir cada día lo mejor que pueda, con los dones y gracias que me concedes. Pero resulta duro cuando no puedes recordar.
¿Cuando tu vida llegaba a su fin, estabas preocupado? ¿Te confiaste en tu madre? ¿Cómo decidiste la persona con la que querías hablar, andar, estar en silencio? ¿Pediste más tiempo al Padre? ¿Te quedaste satisfecho con lo que habías conseguido?
A los 30 años pensaba que había encontrado mi camino, el que tú querías que siguiera. Tú tenías esa edad cuando empezaste el que te llevó a la pasión, muerte y resurrección ¿Qué pensaste cuando te quedaban 30 días de vida? ¿Sentiste pena cuando pensabas que ibas a abandonar a tus amigos?
Yo estoy abandonando a mis amigos porque no recuerdo quienes son ¿Me olvidarán ellos? ¿Puedo dejar algo de mí para ellos, como tú hiciste con la eucaristía? Puedo dejarles amor, porque tú eres Amor y todos vivimos y respiramos en ti. Mi marido, que es psiquiatra, me dice que el Alzheimer puede llevarse la memoria, pero no el hábito de amar. Un viejo proverbio enseña que “amar es la memoria del corazón”. Ayúdame a que mi corazón recuerde.
Tengo más de 80 años y a pesar de mis miedos, estoy agradecida por los dones que has hecho llover sobre mi persona durante mi maravillosa vida. No recuerdo mucho de mi pasado, pero mi espíritu me dice que, la mayor parte, fue hermosa, incluso cuando no fui capaz de reconocerlo, entonces sin la excusa del Alzheimer. El mayor don que me concediste fue mi marido, ahora mi cuidador. Tiene este rol desde hace 8 años pero, de alguna manera, lo ha sido durante los últimos 50.
Algunas veces le digo cosas que no quisiera decir. El comprende de donde viene mi enfado y lo deja estar. Mis verdaderos sentimientos por él, nuestros hijos y amigos son tan fuertes como lo fueron para ti tus discípulos. Intento expresar ese amor con fuerza y con la mayor frecuencia posible. Creo que ese es el sentido de mi vida en estos momentos.
Pero mis pensamientos están muy confusos. Hay tantas cosas que no recuerdo, que ya no comprendo. Cuando a veces pienso que mi vida es traicionada, como te pasaría a ti con Judas, pienso en lo más profundo de mi ser, que tú no me has abandonado y que no me abandonarás. Tu consuelo todavía me conforta. Robbie y yo vamos a misa un par de veces a la semana donde comulgamos. Robbie me da amor todos los días, todos los instantes. Noto tu presencia en su persona y me consuela ¿Es éste su sentido en estos momentos?
Cuando entraste en Jerusalén, la puerta de tu muerte, te uniste a los que entonaban cantos de alabanza. A mi me ha gustado cantar y lo hacía en un coro. Mi voz hoy está cascada pero pronuncio palabras de alabanza junto a ti todos los días y algunas veces las canto, cuando estoy en casa. Ayúdame Jesús, a rellenar el sentido de mi vida, aunque no lo recuerde.
Jane and Rober McAllister
(Fuente: Religión digital)

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