martes, 16 de octubre de 2012

Una actitud impulsiva puede resultar fatal


Y Caín mató a Abel

El libro del génesis cuenta cómo fue el primer asesinato de la humanidad: “Caín, dijo a su hermano Abel: “Vamos afuera”. Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.  Yahveh dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” (Gen 4, 8-9).

Me pregunto si estuvieron hablando y de qué. Quizá Caín le echase en cara algo a Abel, aunque  no tenía nada que reprocharle; quizá por eso discutieron. Y quizá en plena discusión, Caín cogió lo que tenía más cerca, algo duro, y con ello mató a Abel. Acababa de inventar el arma.

El relato no describe un asesinato premeditado sino que parece más bien un arranque de ira. Un crimen pensado y frío se hubiese realizado aprovechando que la víctima estuviera dormida o indefensa, pero no mientas están hablando, dando lugar a una posible respuesta defensiva. ¿Y qué más da? Ciertamente da igual en cuanto a lo abominable del crimen, pero algo nos enseña a los que  pensamos que no somos unos criminales crueles y despiadados: ¡cuidado con la impulsividad y la ira!, son asesinas.

 El drama de los que son impulsivos es que no da tiempo a rogar auxilio ante la tentación.  ¿Quién no ha puesto una mala cara o contestado mal de un modo casi automático y herido con ello una relación de amistad? Con unos pocos segundos que hubiéramos retrasado nuestra respuesta no hubiéramos causado ningún mal.

Hoy en día se sobrevalora esta respuesta semiautomática, irreflexiva e irracional. Lo reflejo se considera auténtico, mientras que lo reflexivo interesado. El demonio se aprovecha de esta situación. Nos engaña haciéndonos creer que somos un cuerpo con sus instintos, y no un alma racional capaz de amar. Cuanto menos reflexionemos en nuestro comportamiento más nos mostraremos tal y como realmente somos, nos dice. Usa una verdad parcial como absoluta, porque efectivamente somos de una naturaleza herida e inclinados al pecado; pero también somos templos del Espíritu Santo y miembros de Cristo. Cuando actuamos impulsivamente mostramos al hombre carnal, herido, al hombre viejo; pero cuando actuamos de un modo más reflexivo, nos mostramos como hombres espirituales.

Pero lo más impactante de este episodio es la negación del hecho, la falta de arrepentimiento. Y no porque Dios no le diese la oportunidad de hacerlo, ya que sabiendo perfectamente lo que había pasado, le pregunta ¿dónde está tu hermano? Pero Caín responde rebeldemente, intenta ocultar su crimen, su responsabilidad en la muerte de su hermano: “¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Siempre me he visto reflejado en esta frase: ¿acaso soy yo quien ha de cuidar de los millones de personas que mueren de hambre?, ¿acaso soy yo responsable de el abandono de la fe de los que están a mi alrededor? Pero la sangre de los inocentes clama a Dios desde la tierra. Duro pasaje éste que habla de nuestra vida: somos caínes.

Somos Caín cuando por un acto impulsivo ofendemos, agredimos, despreciamos, deterioramos una relación, creamos discordia y desunión, sembramos cizaña. Somos Caín cuando nos desentendemos de la vida de los demás, de su sufrimiento, de su sus errores.

Pero Dios quiere convertirnos en Abel, en quien soporta el pecado del hermano. En este pasaje hay dos personajes: el que somos y el que estamos llamados a ser.
 
(Fuente:buscad la belleza.org) 

 

 

 

 

 
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