Me pregunto si estuvieron hablando y de qué. Quizá Caín
le echase en cara algo a Abel, aunque no
tenía nada que reprocharle; quizá por eso discutieron. Y quizá en plena
discusión, Caín cogió lo que tenía más cerca, algo duro, y con ello mató a
Abel. Acababa de inventar el arma.
El relato no describe un asesinato premeditado sino que parece más bien un arranque de ira. Un crimen pensado y frío se hubiese realizado aprovechando que la víctima estuviera dormida o indefensa, pero no mientas están hablando, dando lugar a una posible respuesta defensiva. ¿Y qué más da? Ciertamente da igual en cuanto a lo abominable del crimen, pero algo nos enseña a los que pensamos que no somos unos criminales crueles y despiadados: ¡cuidado con la impulsividad y la ira!, son asesinas.
Hoy en día se sobrevalora esta respuesta
semiautomática, irreflexiva e irracional. Lo reflejo se considera auténtico,
mientras que lo reflexivo interesado. El demonio se aprovecha de esta
situación. Nos engaña haciéndonos creer que somos un cuerpo con sus instintos,
y no un alma racional capaz de amar. Cuanto menos reflexionemos en nuestro
comportamiento más nos mostraremos tal y como realmente somos, nos dice. Usa
una verdad parcial como absoluta, porque efectivamente somos de una naturaleza
herida e inclinados al pecado; pero también somos templos del Espíritu Santo y
miembros de Cristo. Cuando actuamos impulsivamente mostramos al hombre carnal,
herido, al hombre viejo; pero cuando actuamos de un modo más reflexivo, nos
mostramos como hombres espirituales.
Pero lo más impactante de este episodio es la negación
del hecho, la falta de arrepentimiento. Y no porque Dios no le diese la
oportunidad de hacerlo, ya que sabiendo perfectamente lo que había pasado, le
pregunta ¿dónde está tu hermano? Pero Caín responde rebeldemente, intenta
ocultar su crimen, su responsabilidad en la muerte de su hermano: “¿acaso soy
yo el guardián de mi hermano?”. Siempre me he visto reflejado en esta frase:
¿acaso soy yo quien ha de cuidar de los millones de personas que mueren de
hambre?, ¿acaso soy yo responsable de el abandono de la fe de los que están a
mi alrededor? Pero la sangre de los inocentes clama a Dios desde la tierra.
Duro pasaje éste que habla de nuestra vida: somos caínes.
Somos Caín cuando por un acto impulsivo ofendemos,
agredimos, despreciamos, deterioramos una relación, creamos discordia y
desunión, sembramos cizaña. Somos Caín cuando nos desentendemos de la vida de
los demás, de su sufrimiento, de su sus errores.
Pero Dios quiere convertirnos en Abel, en quien soporta
el pecado del hermano. En este pasaje hay dos personajes: el que somos y el que
estamos llamados a ser.
(Fuente:buscad la belleza.org)
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