¿Usted es de los que piensan que todas las religiones son iguales? Lea lo que sigue, tendrá elementos para decidir.
Ciertamente
se puede apreciar todo lo positivo que haya en las diversas religiones, pero si
solamente hay un Dios, no puede haber más que una verdad divina, y una sola
religión verdadera.
El
síndrome del muestrario
«Aunque crea que Dios existe, hay
muchas religiones para elegir. Soy de los que piensan que todas las religiones
son buenas. Quitando algunas degeneraciones extrañas que vienen a ser como la
excepción que confirma la regla, todas llevan al hombre a hacer el bien,
exaltan sentimientos positivos, y satisfacen en mayor o menor medida la
necesidad de trascendencia que todos tenemos.»
En el fondo, da igual una que otra.
Además, ¿por qué no va a poder haber varias religiones verdaderas?».
Ciertamente
hay que ser de espíritu abierto, y apreciar –como lo hacía el autor del
comentario que acabo de recoger– todo lo que de positivo haya en las diversas
religiones, pero me parece que no se puede pensar seriamente que haya varias
que sean igualmente verdaderas. Si solamente hay un Dios, no puede haber más
que una verdad divina, y una sola religión verdadera.
Porque
una cosa es tener una mente abierta, y otra muy distinta decir que cada uno se
fabrique su religión y que no se preocupe porque todas van a ser verdaderas.
Por eso decía Chesterton que tener una mente abierta es como tener la boca
abierta: no es un fin, sino un medio. Y el fin –decía con sentido del humor– es
cerrar la boca sobre algo sólido.
No
es serio decir que pueden ser verdad al mismo tiempo religiones diversas, que
se oponen en muchas de sus afirmaciones y sus exigencias. Si dos y dos son
cuatro, y alguien dijera que son cinco, habría caído en un error. Pero si
además dijera que una suma es tan buena como la otra, podría decirlo, porque
afortunadamente hay libertad de expresión, pero habría incurrido en un error
aún más grave.
Acertar
con la verdad
La
sensatez de la decisión humana sobre la religión no estará, por tanto, en
elegir la religión que a uno le guste o le satisfaga más, sino más bien en
acertar con la verdadera, que solo puede ser una.
La
religión no es como elegir en un supermercado el producto más atractivo.
—
Pero la religión verdadera debería ser atractiva…, si es tan buena ¿no?
Depende
de qué se entienda por atractivo. Si te refieres a lo superficial, guiarse por
el atractivo de la presentación exterior llevaría a juzgar por el envoltorio o
por la apariencia.
Sería
como intentar distinguir entre un buen libro histórico y otro lleno de
manipulaciones, fijándose solo en lo atractivo de la portada y la presentación.
O como distinguir entre un veneno y una medicina por lo agradable del color o
del sabor (esto podría ser incluso más peligroso).
Cuando
se trata de discernir entre lo verdadero y lo falso, y en algo importante, como
lo es la religión, conviene profundizar lo más posible. La religión verdadera
será efectivamente la de mayor atractivo, pero solo para quien tenga de ella un
conocimiento suficientemente profundo.
—
Entonces, ¿tú crees que el cristianismo es la verdad para todos?
Sí,
naturalmente, pues soy cristiano. Si uno no cree que su fe es la verdadera, lo
que le sucede entonces, sencillamente, es que no tiene fe.
—
¿Dices entonces que todos los que profesan una religión distinta a la cristiana
están completamente equivocados?
Completamente,
no. La adhesión a la verdad cristiana no es como el reconocimiento de un
principio matemático. La revelación de Dios se despliega como la vida misma, y
toda verdad parcial no tiene por qué ser un completo error.
Muchas
religiones tendrán una parte que será verdad y otra que contendrá errores
(excepto la verdadera, que, lógicamente, no contendrá errores). Por esta razón,
la Iglesia católica –lo ha explicado el Concilio Vaticano II– nada rechaza de
lo que en otras religiones hay de verdadero y de santo. Considera con sincero
respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque
discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces
reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.
La
Iglesia honra cualquier verdad que pueda ser descubierta en el mundo de las
religiones y las culturas.
¿Puede
uno salvarse con cualquier religión?
La
verdad sobre Dios es accesible al hombre en la medida en que éste acepte
dejarse llevar por Dios y acepte lo que Dios ordena. Es decir, en la medida en
que el hombre quiera buscar a Dios rectamente.
—
¿Quieres decir que los que no son cristianos no buscan a Dios rectamente?
No.
Decir eso sería una barbaridad. Hay gente recta que puede no llegar a conocer a
Dios con completa claridad. Por ejemplo, por no haber logrado liberarse de una
cierta ceguera espiritual. Una ceguera que puede ser heredada de su educación,
o de la cultura en la que ha nacido.
—
Entonces, en ese caso, no serían culpables.
Dios
es justo y juzgará a cada uno por la fidelidad con que haya vivido conforme a
sus convicciones. Es preciso, lógicamente, que a lo largo de su vida hayan
hecho lo que esté en su mano por llegar al conocimiento de la verdad. Y esto es
perfectamente compatible con que haya una única religión verdadera.
—
¿Y qué dice la Iglesia católica sobre la salvación de los que no profesan la
religión católica? Porque algunos la acusan de exclusivismo.
Dice
que los que sin culpa de su parte no conocen el Evangelio ni la Iglesia, pero
buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida hacer la voluntad de
Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la
salvación eterna.
Como
ha señalado Peter Kreeft, el buen ateo participa de Dios precisamente en la
medida en que es bueno. Si alguien no cree en Dios, pero participa en alguna
medida del amor y la bondad, vive en Dios sin saberlo.
—
Entonces, si se puede ser moralmente bueno sin creer en Dios, ¿para qué creer
en Dios?
Es
que no debemos creer en Dios porque nos sea útil, o porque nos permita llevar
una vida moral, sino, sobre todo, porque creemos que realmente existe.
—
¿Y dices que Dios me juzgaría con arreglo a la religión en que yo creyera,
aunque fuera falsa?
Depende
de tu rectitud, pues podrías estar en el error de modo culpable o voluntario.
Bernanos decía que no se puede perder la fe como se pierde un llavero, y se
mostraba bastante escéptico ante las crisis intelectuales de fe, que
consideraba mucho más raras de lo que muchos pretenden. Por eso, si una persona
se fabricara una religión propia, a su medida, porque le resulta más cómodo; o
hiciera una interpretación acomodada de su religión, para rebajar así sus
exigencias morales; o no se preocupara de recibir la necesaria formación
religiosa adecuada a su edad y circunstancias, u otras causas semejantes;
cuando se diera alguna de estas cosas –y me parece que se dan con cierta
frecuencia–, se ve que la pretendida crisis intelectual bien puede tener otros
orígenes.
—
Pero, formarse, ¿no es propio más bien de gente de poca personalidad, que se
deja influenciar fácilmente?
No
tiene por qué ser así, pues, como ha señalado Aquilino Polaino, formarse no es
nada más que fundamentar la propia autotransformación (y no, por cierto, de
modo egoísta, sino para ser, a su vez, una realidad transformante de los
demás).
Por
eso, si una persona no se preocupara de formarse y de reflexionar
suficientemente para llegar al conocimiento de la fe verdadera y de sus
exigencias, estaría en un caso de ignorancia culpable.
En
ese caso y en todos los anteriores –es de justicia elemental–, será juzgado por
Dios conforme a su grado de culpabilidad y voluntariedad
(Fuente: Encuentra.com)