martes, 14 de agosto de 2012

La Asunción de María Santísima


La Virgen María fue Asunta al Cielo en Cuerpo y Alma

Asunción significa que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo por el poder de Dios, a diferencia de la Ascensión del Señor que lo hizo por su propio poder.
LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA
El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1-XI-1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas palabras:
"Pronunciarnos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste” (DZ. 2333).
EXPLICACIÓN DEL CONTENIDO DEL DOGMA
De la definición pontificia conviene destacar dos aspectos importantes:

1° Que la Asunción de María ocurre inmediatamente después del término de su vida mortal y,
2° se hace hincapié en la glorificación de su cuerpo más que en la gloria de su alma, como se explicará a continuación.

Cumplido el curso de su vida terrena
La Asunción de María ocurre inmediatamente después del término de su vida mortal, así pues, para entender correctamente esta frase hay que considerar las siguientes cuestiones:
a) el significado de la fórmula;
b) la intención del Papa al usar dicha fórmula y no otra y,
c) las posibles conclusiones.

a) La fórmula significa que la Asunción de María no hay que aplazarla hasta el final de los tiempos, como sucederá con todos los hombres, sino como hecho que ya ocurrió; y, además que el cuerpo santísimo de la Virgen no sufrió descomposición alguna, como ocurre con los cadáveres.

b) El Papa quiso prescindir de la cuestión de la muerte de María en la fórmula definitoria, y por ello la expresión utilizada es igualmente válida, tanto si se entiende que la Virgen murió al final de su vida terrena, cuanto si se piensa en la glorificación del cuerpo mediante la donación de la inmortalidad gloriosa sin pasar por la muerte.

c) En la Bula aparece repetidas veces el tema de la muerte de María, pero ello, estudiado bien el texto, no favorece ni niega la postura contraria. Hay que decir, en resumen, que aún no se ha llegado a una solución definitiva sobre este punto.

La glorificación celeste del cuerpo de Santa María

Este es el elemento esencial del dogma de la Asunción. Enseña que la Virgen, al término de su vida en este mundo, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, con todas las cualidades y dotes propias del alma de los bienaventurados e igualmente con todas las cualidades propias de los cuerpos gloriosos. Se trata, pues, de la glorificación de María, en su alma y en su cuerpo, tanto si la incorruptibilidad y la inmortalidad le hubieren sobrevenido sin una muerte previa como si le hubiesen sobrevenido después de la muerte mediante la resurrección.

Una vez visto el contenido del dogma, con más fuerza y claridad se aprecia el hincapié que se hace sobre la glorificación corporal de María – más que la de su alma- , si tenemos en cuenta lo siguiente:
a) María estuvo exenta de todo pecado: del original y del actual;
b) tuvo la plenitud de gracia y santidad correspondientes a su condición y dignidad de ser la Madre de Dios;
c) el premio o castigo del alma ?para todo hombre? es inmediato a la muerte.

Por consiguiente, resulta sencillo entender que el premio del alma de María ?por su excelsa santidad? estaba ya decidido, esto es, su glorificación; por ello, resultaría supérflua la definición si no tratara sobre todo de la glorificación inmediata del cuerpo, que es en lo que consiste el privilegio de la Asunción.

Escribía Pablo VI: “Nuestra aspiración a la vida eterna parece cobrar alas y remontarse a cimas maravillosas, al reflexionar que nuestra Madre celeste está allá arriba, nos ve y nos contempla con su mirada llena de ternura” (Discurso, 15?VIII 1963).
El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante cuando dice: “1a Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor” (Const. dogm. Lumen gentium, n.68; cfr. Sacrosanctum Concilium, n.103).

FUNDAMENTOS O RAZONES DE ESTE DOGMA
La definición pontificia sobre la Asunción de María estuvo precedida, desde muchos siglos atrás, de múltiples razones teológicas y testimonios que llevaron – en su momento – a la feliz proclamación de este dogma mariano. Las principales razones fueron las siguientes.

La creencia universal de la Iglesia
Desde los primeros siglos hasta nuestros días, la unanimidad de la fe del pueblo cristiano, quedó de manifiesto con la respuesta unánime y afirmativa de todos los obispos del mundo -que a su vez representaba al pueblo fiel de todo el orbe-, a la consulta que sobre la definibilidad de la Asunción de María hiciera el Papa Pío XII en el año de 1949 (cfr. DZ. 2332).

El testimonio de los Padres
La Tradición de la Iglesia, expresada en sus Padres y Doctores, pone de manifiesto su intuición y su fe en esta ver dad, la cual se refleja ejemplarmente en los autores que enseguida se citan.
San Juan Damasceno, en el siglo VII, escribe: “convenía que aquella que en el parto había conservado íntegra su virginidad, conservase sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte; convenía que aquella que había llevado en su seno al Creador, hecho niño, habitara en la morada celeste; convenía que la Esposa de Dios entrara en la casa celestial; convenía que aquella que había visto a su Hijo en la Cruz, recibiendo así en su corazón el dolor de que había estado libre en el parto, lo contemplase sentado a la diestra del Pa dre; convenía que la Madre de Dios poseyera lo que corresponde a su hijo y que fuera honrada como Madre y esclava de Dios por todas las criaturas (Homilía en la dormición de la Virgen: PG 96,742).

San Germán de Costantinopla, del siglo VII: “Así como un hijo busca y desea estar con la propia madre, y la madre ansía vivir con el hijo, así fue justo también que Tú, que amabas con un corazón materno a tu Hijo y Dios, volvieses a Él. Y fue también muy conveniente que Dios, que te amaba como Madre suya, te hiciere partícipe de la comunidad de vida con Él mismo. De esta forma, Tú, habiendo sufrido la pérdida de la vida, propia de las cosas caducas, has emigrado a las mora das que durarán por los siglos, allí donde mora Dios, junto al que Tú vives, oh Madre de Dios, sin separarte de su compañía” (Homilia in Dormitionem B.V. Mariae).
Recogiendo la doctrina de sus predecesores, Juan Duns Scoto, en el siglo XIV, podía afirmar: “Convenía, Dios podía hacerlo, luego lo hizo” (In III sententiarum, dist. III, q.1; cfr. DZ. 2331).

Los grandes privilegios marianos
El fundamento del dogma de la Asunción de María se desprende y es consecuencia de los anteriores dogmas marianos. En efecto, si por la plena asociación de María a la persona y a la obra de su Hijo se debió su redención anticipada; por esa misma razón, convenía también su glorificación anticipada, su asunción corporal, como veremos enseguida.

a) Por su Inmaculada Concepción

Puesto que María – por su Inmaculada Concepción - estuvo exenta de todo pecado, no quedaba sujeta a la ley de padecer la corrupción del sepulcro – castigo del pecado – ni, por consiguiente, tampoco tenía necesidad de esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo.

Si la resurrección es el triunfo y el trofeo de la Redención, a una redención preventiva y anticipada, como ocurrió en María, corresponderá también una anticipada resurrección. Por ello, primicias de la redención de Cristo en el alma de María fueron su preservación del pecado y la plenitud de gracia, y primicias, de la redención en su cuerpo fueron su incorruptibilidad y su anticipada glorificación.

b) Por su divina Maternidad

Si Adán y Eva introdujeron en el mundo la muerte del alma, que es el pecado y, con él también la muerte del cuerpo, que es la corrupción; Cristo, por el contrario, introduce la vida del alma ?que es la gracia?, y la inmortalidad del cuerpo por medio de la resurrección. Por estas dos consideraciones, María que es Madre de Cristo y Madre de los hombres, es lógico que la que es causa de vida y antídoto contra la muerte, Ella, no permanezca en el sepulcro presa de la misma muerte.

Así pues, dado que nuestro Redentor es hijo de María, su glorificación anticipada parece ser exigida: Cristo que pu diendo dar a su Madre tanto honor y tanta gloria, necesariamente lo hizo.

“No era tampoco admisible que Tú, Vaso que contuvo a Dios, fueses disuelta en el polvo de la corrupción, que destruye todos los cuerpos… Era necesario que la Madre de la Vida cohabitase con la Vida y recibiese la muerte como un sueño y, en tanto que Madre de la Vida, fuese su traslado como el despertar” (San Germán de Constantinopla, Homilia in Dormitionem B.V. Mariae).

c) Por su perpetua virginidad

Finalmente la virginidad perpetua de María, nos conduce a la conveniencia de su incorruptibilidad. Cuando pensamos en el cuerpo santísimo de María, tan divinamente poseído de Dios, no se concibe que sea presa de la corrupción; por ello puede afirmarse que su misma virginidad exige los esplendores de la glorificación corporal.

CONSECUENCIAS PARA LA FE Y LA PIEDAD
a) La Asunción de la Virgen es un argumento prueba de que todos los hombres, de los que Ella es Madre, estaremos también en el Cielo con nuestro cuerpo glorificado: si aprendemos a gastar la vida en el cumplimiento de la voluntad de Dios como lo hizo Santa María.

b) María es nuestra esperanza, pues en Ella se ha dado con plenitud lo que todo hombre está llamado a ser al final de los tiempos. María es nuestro consuelo, ya que podemos dirigirnos a aquella que antes de nosotros recorrió este valle de lágrimas y ahora fija sus ojos en la luz eterna. María es nuestro refugio porque con su ternura nos devuelve la paz y, por su poderosa intercesión nos sabemos amparados. Glorificada anticipadamente, vive en el Cielo con una solicitud maternal y amorosa por todos sus hijos.

Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación” (San Bernardo, Hom. en la Asunción de la B.V. María).
(Fuente: encuentra.com)


martes, 7 de agosto de 2012

Un pensamiento para entusiasmar


“Que no te amedrenten los que se dan aires de hombres dignos de todo crédito y enseñan doctrinas extrañas a la fe. Por tu parte, mantente firme como un yunque golpeado por el martillo. Es propio de un grande atleta el ser desollado y, sin embargo, vencer. Pues ¡cuánto más hemos de soportarlo todo nosotros por Dios, a fin de que también él nos soporte a nosotros! Sé todavía más diligente de lo que eres. Date cabal cuenta de los tiempos. Aguarda al que está por encima del tiempo, al intemporal, al invisible, que por nosotros se hizo visible; al impalpable, al impasible, que por nosotros se hizo pasible; al que en todas las formas posibles sufrió por nosotros.”

San Ignacio de Antioquia - Carta a San Policarpo de Esmirna 1,1 -4, 3; Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a Policarpo, obispo de la Iglesia de Esmirna.


¿Nueva encíclica papal?


El blog amigo "La bohardilla de Jerónimo" ha publicado la traducción de un artículo de Paolo Rodari, quien da aconocer que el Papa Bendicto XVI está preparando una nueva encíclica (la cuarta), dedicada al tema de la fe.

Cuando el 24 de abril del 2005, en la homilía que inauguró el Pontificado, Benedicto XVI dijo que su tarea, y la de la Iglesia, era “conducir a los hombres fuera del desierto, hacia el lugar de la vida, hacia el amistad con el Hijo de Dios”, probablemente ya pensaba que llegaría hasta aquí. ¿Hasta dónde? A la decisión de escribir una encíclica sobre la fe, la cuarta, la tercera dedicada a las virtudes concernientes a Dios, es decir, las virtudes teologales. Una noticia dada en las horas pasadas en Les Combes, en Introd, por el Secretario de Estado Tarcisio Bertone, que ha explicado también que el Papa ha concluido la preparación del tercer libro de la obra sobre Jesús de Nazaret, dedicado a las narraciones de la Infancia de Jesús (Die Kindheitsgeschichten). El libro, escrito en alemán, debe ahora ser traducido.


Una encíclica dedicada a la fe, por lo tanto, ¿para decir qué? El Papa dio una idea el pasado 11 de octubre, en la Carta apostólica Porta Fidei con la cual convocó un año dedicado a la fe. Dijo que “sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común”. Mientras que la Iglesia no puede aceptar que “la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta”.


La fe antes que las preocupaciones sociales y políticas, por lo tanto, un presupuesto no secundario en la visión de las cosas del Papa alemán. Se sabe que él tiene en mente a Pablo VI y su decisión, en ciertos aspectos explosiva, de convocar un año de la fe en 1967, tiempos de agitación y, en la Iglesia, también de concesiones: el actuar antes que el creer, los años del post-Concilio, las verdades de fe diluidas por el viento de la renovación. Pablo VI pensó en un momento solemne para que en toda la Iglesia hubiese “una auténtica y sincera profesión de la misma fe”.


Una profesión por parte de todos, para que el creer fuese purificado de las derivas y de las traiciones: “Las grandes transformaciones que se verificaron en aquel año – escribió Ratzinger – hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente”. Esta concluyó con la profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados de manera nueva con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas diversas a las del pasado.


No es casualidad que la encíclica salga no sólo en el año dedicado a la fe, sino también en el que se festeja el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II (11 de octubre de 1962) y en el 20º aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica (11 de octubre de 1992).


Ratzinger trabajó largo tiempo, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la preparación de un Compendio del Catecismo. Para él, como para Pablo VI más de cuarenta años atrás, el Catecismo es el camino al cual aferrarse no sólo para aprender y divulgar una fe correcta, sino también para interpretar y volver a proponer del modo más correcto las enseñanzas del Vaticano II.


Pablo VI, el 30 de junio de 1968, pronunció como conclusión de su Año de la Fe su “Credo del Pueblo de Dios”. El 24 de noviembre de 2013, fiesta de Cristo Rey, Benedicto XVI celebrará “una Eucaristía en la cual se renovará solemnemente la profesión de la fe”. En pocas palabras, una continuidad absoluta. ¿Será también la fecha en que hará pública su cuarta encíclica? Difícil decirlo. El Papa Ratzinger ha demostrado, en la preparación de su último libro sobre Jesús de Nazaret, no amar las carreras. Se tomará el tiempo necesario para su última esperadísima “circular”.


miércoles, 1 de agosto de 2012

Intenciones del Santo Padre para el mes de agosto

Intención General: Para que los encarcelados sean tratados con justicia y con respeto de su dignidad humana.
Intención Misionera: Para que los jóvenes, llamados al seguimiento de Cristo, proclamen y den testimonio del evangelio hasta los confines de la tierra.
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