martes, 22 de marzo de 2016

Martes Santo - El cristiano, ese pequeño traidor




El Martes Santo, el cristiano se mete en el Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38:

Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: "Os aseguro que uno de vosotros me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir". Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".

Generalmente el cristiano, en la primera frase que lee en el Evangelio se encuentra ya enganchado y le resulta difícil proseguir. Estamos en la Última Cena, en la que Jesús va a instituir la Eucaristía, el nuevo Sacrificio y el nuevo sacerdocio; además formulará el consiguiente mandato imperativo del amor fraterno. Y hay un traidor entre nosotros. ¡Un traidor! ¿Cómo es posible? ¡Es posible!, por imposible que parezca es posible traicionar a quien me ha dado la vida y me da su vida para que mi vida sea eterna, eternamente feliz como la suya. ¿Seré yo el traidor? El cristiano sabe que puede serlo en este… mundo traidor, en el que a uno le pueden meter en la cabeza que nada es verdad ni mentira. Aunque le parece difícil poder llegar a ser un gran traidor, porque al parece su mediocridad no da para tanto, lo que resulta claro y patente a poco que reflexione es que de hecho es un pequeño traidor. ¡He traicionado tantas veces! Tantas cuantas he cerrado los ojos a la infinita sabiduría que es infinito amor: a lo que se llama Voluntad de Dios. He tratado de figurarme que bien pudiera ser que la Voluntad de Dios fuese arbitraria –como ha inculcado a tantos Guillermo de Ockam desde el siglo XIV hasta la fecha-. ¿Y que puedo hacer yo ante una voluntad caprichosa, arbitraria y con ganas de fastidiar? Cerrar los ojos, seguir la táctica del avestruz. Traicionar con la excusa de que no me parece que «eso» pueda ser la Voluntad de Dios para mí, aquí y ahora. En el fondo Él comprenderá. Soy una excepción. Con un poco de suerte, su arbitrariedad se pondrá a mi favor. Yo a lo mío.

Con mil extrañas sutilezas, razonadas sinrazones, he traicionado al Amor, a los sabios y amorosos Mandamientos, que sólo han sido formulados para mi bien, para orientarme hacia mi realización personal, a mi plenitud de vida temporal y eterna. He sido muchas veces un pequeño gran traidor. Porque las pequeñas traiciones al Amor, nunca son pequeñas. Si no, que lo diga un enamorado. «Dicen que no se siente la despedida / dile a quien te lo cuente / que se despida, ay, que se despida…». Dile al Amor que no le traicionaste cuando decidiste que era mejor tu camino que el suyo; díle que cuando elegiste tu capricho en lugar de su sabio y amoroso consejo o precepto que no le traicionaste, ay, díselo, díselo. Díle que no harás como Judas, sino como Pedro, como María de Magdala, como Pablo, como Agustín, como tantos santos que fueron pecadores.

Díle también que aprovecharás esta Santa Semana para desagraviarle con oración y penitencia, que vas a subordinar todos tus planes a la participación en la oración litúrgica –los Oficios del Jueves y del Viernes Santo-. Que sí, que mereces un descanso, pero que tus traiciones por un lado y tu amor por otro, te impelen a la penitencia, a la oración, al desagravio, para culminar en la celebración solemne del gran Misterio Pascual: tu salvación, su Resurrección, tu participación en la Muerte y en la Resurrección del Señor, tu vida eterna y tu paz y felicidad temporal. 

(Fuente: conoceréis de verdad.org)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario es útil para ayudar a discernir lo bueno de lo que no lo es.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...