lunes, 31 de agosto de 2009

INTENCIONES DEL SANTO PADRE PARA EL MES DE SETIEMBRE

INTENCIÓN GENERAL: Para que la Palabra de Dios sea más conocida, aceptada y vivida como fuente de libertad y alegría. INTENCIÓN MISIONERA: Para que los cristianos en Laos, Camboya y Myanmar que, con frecuencia, encuentran grandes dificultades, no se desanimen de anunciar el Evangelio a sus hermanos, confiando en la fuerza del Espíritu Santo.

domingo, 30 de agosto de 2009

ANTE LA IGLESIA

Quien se pone delante de la Iglesia católica necesita dar una respuesta a la pregunta: ¿viene de Dios o viene de los hombres?

¿Viene de Dios? Si viene de Dios, si Jesús, Hijo del Padre, la ha fundado, merece ser tratada con el máximo respeto. La Iglesia sería entonces la expresión de un cariño inmenso de Dios, de un deseo de ofrecer a los hombres un camino de salvación, de felicidad, de paz.

Si viene de Dios, habría que aceptarla tal y como la quiso Jesús. Con sus enseñanzas y con su jerarquía (Papa, obispos, sacerdotes). Con sus sacramentos y con la gran celebración del domingo, día del Señor. Con el mandamiento del Amor, que lleva a plenitud la Antigua Alianza con sus preceptos, y que nos invita a vivir como hermanos, hijos del mismo Padre, hermanos en Cristo.

Si viene de Dios, no tiene sentido “exigir” a la Iglesia que “adapte” a los nuevos tiempos su doctrina sobre la anticoncepción, o sobre el aborto, o sobre el divorcio, o sobre el matrimonio. No tiene sentido pedirle que ordene mujeres o que cambie sus enseñanzas y disciplina sobre el celibato de los sacerdotes. No tiene sentido querer una Iglesia a nuestra medida.

Pero si no viene de Dios, si es simplemente una invención humana, entonces vale lo que vale algo inventado, pensado, construido por los hombres. No tendría una credibilidad absoluta, no tendría valor el escuchar todo lo que enseña con respeto: valdría sólo aquello que pueda ser aceptado por nuestra razón. Lo demás podríamos rechazarlo libremente, dejarlo de lado según nos parezca a cada uno.

El dilema es claro y tajante. No es posible un camino intermedio. A la Iglesia católica la aceptamos como a la verdadera Iglesia de Cristo, como a la llamada de Dios que nos invita a ser sus hijos, o la dejamos de lado, como algo opcional que se escoge o rechaza sólo si convence como puede convencer un vendedor ambulante que ofrece un objeto mudable, pobre y caduco como todo lo simplemente humano...

Yo creo en la Iglesia con esa seguridad que nace del amor. No es fácil probar mi postura (si fuese fácil, seguramente habría muchos más católicos en el mundo), pero no por ello dejo de quererla. El amor me lleva a estudiarla, a conocerla desde dentro. Me permite saborearla en la caridad de tantos sacerdotes y laicos, en la frescura de los chicos y chicas que se entregan completamente a Dios, en la alegría de los monjes y monjas de clausura, en la fecundidad de los esposos que acogen cada hijo que Dios les envía, en los ancianos que no dejan de testimoniar que Dios perdona y ayuda a quien a Él se acerca.

Creo en ella. Humilde y débil, como el Papa Juan Pablo II. Grande y bulliciosa, como en los congresos que reúnen a miles de católicos, como en las multitudes (o en los grupos pequeños) que llenan cada domingo las iglesias del planeta. Creo en ella, como la Virgen María, que dice su sí, que acepta, que acoge el mensaje de un ángel que revela misterios grandes y pide encargos difíciles, pero posibles desde la venida del Espíritu.

Creo en la Iglesia. Quizá no puedo convencer a otros de su verdad y su grandeza. Quizá no siempre los católicos hemos sabido ser testigos del tesoro divino presente en la Ella. Pero ello no quita la belleza del Amor de Dios encerrado en su Iglesia. Un Amor que se ofrece a todos, que puede tocar cada corazón que se abre, sencillo, fresco, a Cristo Salvador.

Sólo pido, a quien no la acepta ni la ame, que respete mi postura, que no critique a mi amada Iglesia, que me deje en mi certeza: Dios la ha querido, Dios la ha regalado, Dios nos la ofrece para que tú, yo, cualquier otro, pueda acogerla como es, pueda caminar cogido de su mano, sin críticas malignas, sin deseos de cambiarla en sus valores más profundos.

Sólo así descubriremos su verdad y seremos capaces de defenderla con amor que no es fanatismo. Con un amor que es también tender una mano y dialogar con sencillez y confianza con quien no puede comprender que Dios nos ama y nos perdona en el Cristo presente, vivo, palpitante, en su Iglesia milenaria. Una Iglesia cargada de años y rebosante de juventud por el continuo amor del Padre y la fuerza del Espíritu.

Autor: P. Fernando Pascual

(Fuente: Church Forum)

jueves, 27 de agosto de 2009

LA FE - EXISTENCIA DE DIOS

Sinopsis: La ciencia no puede negar a Dios porque ni siquiera es tan exacta como quieren creer aquellos que depositan su fe en ella. Es más, la ciencia no solamente no niega a Dios sino que nos acerca a El.

1. La fe es lo primero

Con razón dice San Pablo:

"La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver." (Hb 11, 1)

Por eso alaba la Jesús la actitud de quienes sin ver creen:

"¡Felices los que no han visto, pero creen!" (Jn 20, 28)

¿En dónde estás tú, hermano? ¿Eres "feliz"? ¿Vas a buscar a Dios con la sabiduría de este mundo? Ten cuidado.

"Sabios, entendidos, teóricos de este mundo: ¡cómo quedan puestos! ¿Y la sabiduría de este mundo? Dios la dejó como loca." (1 Co 1, 20)

Sin embargo, eso no significa que Dios y ciencia sean irreconciliables, sino que quien crea solamente en la ciencia comete un error enorme. De hecho dice San Pablo:

"Todo lo que se puede conocer de Dios lo tienen ante sus ojos, pues Dios se lo manifestó. Lo que Él es y que no podemos ver ha pasado a ser visible gracias a la creación del universo, y por sus obras captamos algo de su eternidad, de su poder y de su divinidad." (Rm 1, 19-20)

O sea que un observador honesto de la naturaleza tiene que entrever a Dios a partir de la ella. Dijo San Agustín:

"Vanos son ciertamente todos los hombres en quienes no existe la ciencia de Dios, y que por las cosas que se ven, no pudieron hallar al que es. Pero ya había salido de aquella vanidad y la había traspasado, y por el testimonio de la creación entera te había hallado a ti, Creador nuestro, y a tu Verbo, Dios en ti y contigo un solo Dios, por quien creaste todas las cosas. " (Confesiones)

Por supuesto, es imposible que un ser infinitamente inferior como nosotros pueda entender a uno infinitamente superior como Dios, o de lo contrario no sería Dios. La clave es otra vez la fe como nos lo ha dicho el Papa:

"De todos modos no hay que olvidar que la Revelación está llena de misterio. Es verdad que con toda su vida, Jesús revela el rostro del Padre, ya que ha venido para explicar los secretos de Dios; sin embargo, el conocimiento que nosotros tenemos de ese rostro se caracteriza por el aspecto fragmentario y por el límite de nuestro entendimiento. Sólo la fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente." (Núm. 13, Encíclica "Fides et Ratio")

Lee la encíclica "Fides et Ratio" , sobre la relación entre la fe y la razón.

Sin embargo, la discusión no elude la ciencia, porque ella misma es matemáticamente (dicho en forma literal) limitada, como ya nos lo había advertido la Biblia.

"¡Mírame, soy tu sirviente, el hijo de tu esclava, un hombre débil cuya vida es breve, demasiado limitado para comprender la justicia y las leyes! Ni siquiera el más perfecto de los hombres será algo sin la sabiduría que viene de ti." (Sb 9, 5-6)

Veamos entonces lo que dice la propia ciencia de sí misma.

2. El conocimiento científico tiene límites

A principios del siglo XX, el importante matemático David Hibert había sostenido que apenas quedaban unos cuantos problemas matemáticos por resolver para que toda la matemática fuera un sólido conjunto de teorías, pero pronto, otros matemáticos geniales demostraron que eso era imposible. Uno de las más importantes demostraciones fue el llamado teorema de Godel (no es filosofía ni cosa parecida, es matemática pura).

"Los teoremas de indecidibilidad y de incompletud de Gödel imponen a los matemáticos la conclusión de que los métodos axiomáticos tienen algunas limitaciones intrínsecas que declaran, por ejemplo, que incluso la aritmética ordinaria no puede ser totalmente axiomatizada, o que la mayoría de los campos más significativos de las matemáticas no pueden estar libres de contradicciones internas." ("Lógica" en Monografías.com)

En corto, no importa cuanto lo intentemos, no hay manera de plantear una teoría sin que exista al menos una proposición que sea indemostrable, así sepamos que es verdadera. Y esto no es filosofía, insisto, es matemática, de modo que las limitaciones de la ciencia están demostradas plenamente.

Claro que eso también significa que la fe siempre está presente HASTA en la ciencia.

Sugiero leer el artículo "Euclides, Hilbert... y el futuro de las Matemáticas"

Pero los límites de la ciencia no están demostrados solamente con el teorema de Godel, también están demostrados matemáticamente en muchas formas, como por ejemplo desde el mundo de la física de partículas con el principio de incertidumbre de Heisenberg, pero no fatigaré al lector con este principio físico (para leer sobre el mismo hay muchísima literatura, como este artículo: "Principio de incertidumbre").

O sea que la ciencia por sí sola no es suficiente ni siquiera para explicar la naturaleza.

2 El azar existe y por tal razón la naturaleza debió ser creada por una inteligencia

Los que quieren aferrarse a la ciencia creen que todo es explicable (ya vimos que no es así) y que la naturaleza tiene un orden que algún día podrá descubrirse. Los cristianos sabemos que eso es cierto, pero que ese orden es divino y superior a nuestro entendimiento. Científicamente hablando, en realidad hay un punto donde no encontramos más "orden" sino, literalmente, azar, de modo que en el fondo en la naturaleza lo que hay es azar, no reglas deterministas. Y a alguien le dieron el premio Nobel de física por demostrar que el azar existe. ¿Si existe el azar, cómo puede entonces existir las cosas? Por la Creación. Y estas son las palabras de Carlo Rubbia, el premio Nobel de física que demostró que el azar existe:

"Hemos descubierto una precisa imagen de nuestro mundo. Para mí está claro que esto no puede ser consecuencia de la casualidad. Hay evidentemente alguien haciendo las cosas como son" (tomado de "El Cosmos no es eterno")

Lee en todo caso "Dios Origen del Cosmos" para un estudio completo.

3. ¿Hay otra forma de saber que Dios existe?

Hay muchas. Puedes revisarse el artículo "La existencia de Dios" en MERCABA.ORG. Pero tomemos una sola:

- Somos seres imperfectos.

- Aceptemos que una de las formas en que sabemos que somos imperfectos es que reconocemos que existe la perfección, es decir, tenemos la idea de suprema perfección.

- La idea de suprema perfección no puede surgir de nosotros mismos, tiene que provenir de alguna parte.

- Si vino de otra parte, ciertamente es externa.

- Como es externa, solamente puede provenir de un ser perfecto, pues nadie puede dar lo que no tiene.

- Solamente puede existir una suprema perfección, la cual necesariamente es Dios.

Reconozcámolo: sabemos que Dios existe porque nuestro ser tiene la noción de bien y perfección suprema, las cuales no pueden provenir de nosotros mismos sino que tienen que provenir de alguien que es el supremo bien y la suprema perfección: Dios.

Pero no seamos tan racionales, seamos felices en Dios creyendo sin haber visto, como dijo Jesús:

""¡Felices los que no han visto, pero creen!" (Jn 20, 28)

(Fuente: "Buscadores del Reino")

miércoles, 26 de agosto de 2009

¿DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES?

¿ Cómo entender la omnipresencia de Dios? ¿Qué significa que el mal sea ausencia de Dios?

¿Cómo es que está Dios en todas partes? ¿Significa que cada uno de nosotros está "dentro" de Dios? Y si Dios está en todas partes, ¿cómo es que en el mal hay ausencia de Dios?

Ciertamente, cada uno de nosotros no es físicamente una parte de Dios, por cuanto Dios no es divisible (o no sería Dios pues goza del atributo de la unidad, ni tampoco somos Dios sino creaturas suyas imperfectas pero libres). Si yo pateo una piedra, claramente no estoy pateando a Dios ni a un fragmento de El. Existimos dentro de la creación, obra de Dios, sin que seamos partes de El, pues su infinitud no se mide físicamente; pensar a Dios en términos de medidas humanas es querer someterlo a nuestro entendimiento. Pero ocurre que Dios sí está en todas partes, aunque en un sentido distinto. Para empezar Dios está en todas partes como presencia de conocimiento. Dijo Jesús:

"No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz." (Lc 8, 17)

Y agrega en otra parte:

"Por el contrario, todo lo que hayan dicho en la oscuridad será oído a la luz del día, y lo que hayan dicho al oído en las habitaciones será proclamado desde las azoteas." (Lc 12, 3)

Significa que Dios ve todo. Ello se resume en el siguiente versículo:

"Y me dije a mí mismo: "Ante él están las obras de cada uno, y nada escapa a su mirada." (Sir 39, 19)

Dice el salmista:

"¿A dónde iré lejos de tu espíritu, a dónde huiré lejos de tu rostro? Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás. Si le pido las alas a la aurora para irme a la otra orilla del mar, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha. Sí digo entonces: "¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!" Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día." (Sal 139, 7-12)

Pero nosotros no estamos aparte de nuestro Creador, en algún espacio diferente. No es que Dios "esté allá" y "nosotros acá", así no seamos partes físicas de Dios, sino que Dios actúa en nosotros. Así, de otra forma, Dios está en todas partes. Como dice la Biblia:

"Dispuso armoniosamente las obras maestras de su sabiduría, tales como han sido siempre y lo serán; no ha recurrido a ningún consejero; nada podría añadírseles o quitárseles. ¡Qué hermosas son todas sus obras¡; qué encanto contemplar hasta la más pequeña chispa! Todo eso vive y dura para siempre, todo obedece en todo momento. Todas las cosas van de a par, una enfrentando a la otra; el Señor no ha hecho nada imperfecto. Una destaca a la otra: ¿quién se cansará de contemplar su gloria?" (Sir 42, 21-25)

En ese sentido, Dios sí está en nosotros, pero como fuerza que nos mueve hacia El. Y así mismo Dios se comunica con toda la creación en cuanto perfección reconocible. Dios está en todas las cosas en cuenta ellas son efectos de su voluntad, como el quemarse es efecto del fuego (como diría Santo Tomás). Por eso a Dios se le llama "…el Señor de todas las cosas…" (Est 13, 11).

"Todo lo que se puede conocer de Dios lo tienen ante sus ojos, pues Dios se lo manifestó. Lo que Él es y que no podemos ver ha pasado a ser visible gracias a la creación del universo, y por sus obras captamos algo de su eternidad, de su poder y de su divinidad." (Rm 1, 19-20)

En el caso de nosotros, hechos a imagen y semejanza del Altísimo (Ex 1, 26), hay además un movimiento hacia Dios, como explica Pablo:

"En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: "Somos también del linaje de Dios." (Hc 17, 28)

Y agrega Pablo:

"Pues Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar para agradarle." (Fil 2, 13)

Pero lo anterior no elimina la libertad de los seres que tienen voluntad, y cada cual es dueño de su destino. "Delante de los hombres están la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que ha elegido." (Sir 15, 17) La muerte está en rechazar las fuerzas que Dios ha puesto en nosotros:

"Y Dios es el que nos da fuerza, a nosotros y a ustedes, para Cristo; él nos ha ungido y nos ha marcado con su propio sello al depositar en nosotros los primeros dones del Espíritu." (2 Co 1, 21-22)

Justamente, en el caso de los demonios, aunque su naturaleza proviene de Dios, su perdición tiene origen en su libre y errada elección. Los demonios, por causa de su absoluta maldad, han arrancado de su ser todo vestigio de la fuerza de Dios que nos mueve al bien, de modo que ya en ellos no hay presencia de Dios sino ausencia.

"La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino." (Catecismo 392)

(Fuente: "Buscadores del Reino")


sábado, 8 de agosto de 2009

¿Qué es el pecado original y por qué toda la humanidad nace con él?

El pecado original -llamado así porque fué el origen de la condición pecadora que heredamos los descendientes de Adán y Eva- es un pecado de soberbia. El relato del Génesis tiene carácter educativo; si al final consistió exactamente en comer un fruto prohibido, no lo sabemos. Sabemos que fué un pecado de desobediencia a Dios por soberbia, por querer ser superiores a Él, tentados por el demonio.
El pecado original es la privación de la santidad y justicia originales, introduce en el mundo un cuádruple ruptura: del hombre con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación toda.
Ese pecado tiene el carácter de hereditario porque su efecto fué dañar la naturaleza humana, que recibimos de nuestros padres. En el caso de la Santísima Virgen, fué liberada del pecado original por especial gracia divina.
En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, lo despreció, contra su propio bien. El hombre, constituído en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Sin embargo quiso "ser como Dios" (Gen.3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica nº 396 y 398).
Adán y Eva pierden al pecar la gracia original (Rom.3.23). Tienen miedo de Dios (Gen3,9-10) de quien han concebido una mala imágen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (Gen 3,5), y se sienten inclinados a obrar mal.
P.Lic. Juan Arnau co.
(Fuente: Semanario "Cristo Hoy" - Argentina)
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