También la señal de la cruz, si bien de un modo
menos esencial, va estrechamente unida a la colación de todos los sacramentos.
Lo notaba ya San Agustín: con la señal de la cruz se consagra el cuerpo de Señor,
se santifica la fuente bautismal, se ordenan los sacerdotes y los demás
ministros; se consagra, en suma, todo lo que con la invocación del nombre de
Cristo debe hacerse santo. Deja esto suponer una tradición litúrgica
antiquísima. En efecto, los Hechos gnósticos de San Juan, de Santo Tomás, de
San Pedro, en el siglo II, aluden claramente a esto. In tuo nomine —
dicen estos últimos, dando a entender que el gesto debía tener también su
propia fórmula — mox lotus et signatus est sancto tuo signo . Tertuliano
alude a este mismo gesto, echando en cara al mitraísmo sus adulteraciones de la
liturgia cristiana. Mithra signat illis in frontibus milites saos . Los
cristianos, sin embargo, solían persignarse en la frente contra las tentaciones
del demonio, como leemos en la Traditio : Signo frontem tuam signo crucis,
ad vincendum Satanam .
Tertuliano atestigua también lo mucho que se
extendió la práctica de signarse aún en el campo no estrictamente litúrgico. Al
ponernos en camino, al salir o entrar, al vestirnos, al lavarnos, al ir a la
mesa, a la cama, al sentarnos, en estas y en todas nuestras acciones, nos
signamos la frente con la señal de la cruz. Otro tanto afirma para el Oriente,
poco tiempo después, San Cirilo de Jerusalén: Ne nos igitur teneat verecundia,
quominus crucifixum confiteamur. In fronte confidenter, idque ad omnia, digitis
crux pro signando efficiatur: durn panes edimus et sorbemus pocala; in
ingressibus et egressibus; ante somnum, in dormiendo et surgendo, cundo et
quiescendo . La costumbre de hacer la señal de la cruz estaba tan arraigada
entre los cristianos, que hasta el emperador Juliano, ya apóstata, se signaba
maquinalmente en los momentos de peligro.
Los textos antes citados, así como otros de la
época patrística, se refieren a la pequeña señal de la cruz, la única entonces
en uso, que se trazaba principalmente sobre la frente, in fronte depingitur ,
según las visiones de San Juan en el Apocalipsis, con el pulgar o el índice de
la mano derecha. El gesto lo llamaban los Padres latinos signum, signaculum,
tropaeum y tenía su expresión más augusta
en el rito prebautismal.
De origen algo posterior es la costumbre de signar
junto con la frente el pecho, a la que alude Prudencio (+ 410): Frontem
locumque coráis signet .
Debió introducirse primeramente en Oriente, de
donde pasó a las Galías y después al ritual romano del bautismo, en el cual se
practica todavía.
La pequeña signatio crucis, de la que hemos
hablado hasta aquí, sobre la frente y sobre el pecho, incluida más tarde la de
los labios, continúa teniendo, como puede verse, una amplísima aplicación en
muchos ritos de la Iglesia latina relativos a la misa, al oficio, a los
sacramentos, a los sacramentales; su significado simbólico aparece claro.
En Oriente, después de la herejía monofisita y en
conformidad con las tendencias alegóricas del tiempo, se introdujo en el siglo
VI la costumbre de hacer la señal de la cruz con dos (pulgar e índice) o tres
dedos abiertos (pulgar, índice y medio) y los otros dos cerrados, para
simbolizar las dos naturalezas de Cristo, o la Santísima Trinidad, o el
trinomio sagrado IXS = Jesús Cristo Salvador). Esta costumbre pasó
después al Occidente. Y a mediados del siglo IX, la Admonitio Synodalis manda
a los sacerdotes: Calicem et oblationem recta cruce sígnate, id est, non in
circulo et variatione digitorum, ut plurimi faciunt, sed strictis duobus
digitis et pollice intus recluso, per quos Trinitas innuitur. Hoc signum recte facere studete, non enim alíter quidquam potestis benedicere
. Podemos
creer que fuera éste el método seguido por los fieles al hacer la señal de la
cruz, porque los liturgistas del siglo XII y los monumentos de aquel tiempo nos
hablan de ella como de una práctica común. Decayó, sin embargo, muy pronto.
Los griegos, en efecto, a finales del siglo XIII ya
echaban en cara a los latinos el bendecir con la mano abierta en vez de hacerlo
con tres dedos. El gesto antiguo ha quedado en la Iglesia griega y en el rito
de la bendición papal.
El signo grande de la cruz que se traza desde la
frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho, según la
costumbre moderna, parece que se introdujo primeramente en los monasterios en
el siglo X; pero quizá fuera más antiguo. Se hacía con los tres dedos abiertos
y los otros cerrados, como dijimos, trazando, sin embargo, del hombro derecho
al izquierdo. A los tres dedos del siglo XII se fue poco a poco substituyendo
la mano extendida e invirtiéndose el movimiento de la izquierda a la derecha .
Esta práctica, como devoción privada, se conocía ya en el siglo V;
definitivamente no entró en la liturgia hasta la reforma piana del siglo XVI.
La signatio crucis iba generalmente
acompañada de una fórmula. Aquella antiquísima que se hacía sobre la frente del
catecúmeno llevaba consigo la invocación trinitaria: In nomine Patris et
Filii et Spiritus Sancti, y se ha convertido actualmente en la oficial. San
Agustín, a su vez, habla de un saludo al nombre de Cristo.
Los griegos usan ésta: Sanctus Deus, Sanctus
fortis, Sanctus ímmortalis, miserere nobis. Otras fórmulas comunes en la
liturgia latina son: Adiutorium nostrum in nomine Domini... Domine labia mea
aperies..., Deus in adiutorium meum intende, y esta que se encuentra
frecuentemente en los rituales de la Edad Media, todavía conservada en el
ritual romano: Ecce crucem Domini, fugite partes adversae: vicit leo de tribu
luda, Radix David, amen!
No estará de más aludir al uso, muy antiguo y
todavía conservado en la Iglesia , de bendecir no con la mano, sino con una
cruz. El mosaico de San Vital en Rávena (s.VI), que representa al arzobispo
Maximiano, lo presenta en el acto de tomar con la derecha una cruz de este
género (cruces de bendición).
Eran de dimensiones muy pequeñas, como aquella de
oro del emperador Justiniano I, conservada en el Museo Vaticano, que no mide
más que veintidós centímetros de altura.
La señal de la cruz en la liturgia toma
diversos significados, que podemos esquematizar así:
a) Es el sello ( signum ) de Cristo ,
que se imprime en el cuerpo del catecúmeno e indica que se ha convertido
totalmente en suyo. Se señala, por lo tanto, no sólo en la frente, sino también
en el pecho, en las espaldas y en cada uno de los cinco sentidos.
b) Es una profesión de fe en Cristo, de quien no
se debe nunca avergonzar. Decía San Agustín: Sí dixerimus catechumeno:
Credis in Christum? respondet: Credo, et signat se; iam crucem Christi
portat in fronte et non erubescit de cruce Domini sui.
c) Es una afirmación del soberano poder de
Cristo contra los malos espíritus: Ecce crucem Domini, fugite, partes
adversae. Por esto, la fórmula bautismal dice: Et hoc signum sanctae crucis,
quod nos eius fronti damus, tu maledicte diabole, numquam audeas violare. Por
el mismo motivo, las señales de la cruz en los exorcismos se multiplican sobre
la persona poseída de demonio.
d) Es una invocación de la gracia de Dios,
implorada eficazmente merced a los méritos infinitos de la cruz de Cristo. Por
este motivo van acompañados de la señal de la cruz todos los sacramentos y
sacramentales. Y ya que la triple infusión del agua bautismal se hace en forma
de cruz, en nombre de las tres divinas personas, ha llegado a quedar
constituido como práctica litúrgica que siempre que se nombren en una fórmula
vayan acompañadas por la señal de la cruz. Esto explica la razón de
muchas señales de la cruz en el ritual; por ejemplo, la que se hace en
la terminación del Gloria y del Credo (fórmulas trinitarias).
e) Es una bendición de cosas o de personas
mediante la que se les consagra a Dios, de forma análoga a lo que sucede en
el bautismo con el cristiano. Por esto, desde la más remota época se unió a
todas las fórmulas de bendición la señal de la cruz: Quia crux
Christi, omnium fons benedictionum, omnium est causa gratiarum ; hasta
puede decirse que cuando un texto litúrgico lleva consigo los vocablos bcnedicere,
consecrare, sanctificare, lleva necesariamente la señal de la cruz. Pero no
siempre fue así, pues, por ejemplo, en Francia se comenzaba a signarse al Sit
et benedictio del Tantum ergo, al Benedicamus Domino, donde benedicere
significaba, sin embargo, alabar, glorificar. El obispo se signa todavía
sobre el pecho al Sit nomen Domini benedictum, y la rúbrica prescribe
una señal de la cruz al Benedictus del Sanctus y al principio del
cántico de Zacarías, de donde después ha pasado, por asimilación, a los otros
dos cantos, el Magníficat y el Nunc dimittis.
f) Es
alguna vez una señal demostrativa para designar personas o cosas. Rufino
de Aquileya recuerda que en aquella iglesia los fieles hacían la señal de la
cruz sobre la frente en estas palabras del símbolo local: Huius carnis
resurrectionis . Las tres primeras cruces señaladas en el canon al haec
dona, haec munera, haec sancta sacrifícia illibata, y quizá también las
otras después de la consagración tienen el mismo carácter. La signatio ha
sido también alguna vez un signo convencional; así, en el Ordo romano el
subdiácono regional hace una señal de la cruz sobre la frente para indicar a la
schola que interrumpa el salmo de la comunión y termine.
(Fuente: germinans germinabit)
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