En la apertura del pasado Sínodo sobre la Eucaristía, Benedicto XVI hizo una espléndida homilia con un diagnóstico certero sobre el mundo moderno: “queremos poseer el mundo de manera ilimitada, Dios nos estorba y hacemos de Él una simple frase devota, o lo desterramos de la vida pública… Pero donde el hombre se convierte en el único dueño del mundo y en propietario de sí mismo, no puede haber justicia”. Varios medios han tildado esta afirmación, tan evangélica y tan realista, de apocalíptica, cuando se trata de una lectura inteligente de la historia del mundo, y especialmente del siglo pasado y lo que venimos transcuriendo del presente. Es una advertencia especialmente adecuada para esta hora que nos toca vivir, aunque provoque sarpullido a los bienpensantes de turno.
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)
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