La Iglesia no tiene miedo a la verdad que emerge de
la historia y está dispuesta a reconocer equivocaciones allí donde se han
verificado, sobre todo cuando se trata del respeto debido a las personas y
a las comunidades. Pero es propensa a desconfiar de los juicios generalizados
de absolución o de condena respecto a las diversas épocas históricas. Confía la
investigación sobre el pasado a la paciente y honesta
reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional o
ideológico, tanto por lo que respecta a las atribuciones de culpa que se le
hacen como respecto a los daños que ella ha padecido".
San Juan Pablo PP II, discurso del 01 de Septiembre
1999.
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